La Narradora

Relatos y artículos por Yolanda Sala


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UN HOMENAJE A LA AMISTAD

Homenaje a su Amistad

Alfredo Torero y Roberto Cedrés en Amsterdam

UN HOMENAJE A LA AMISTAD

Alfredo Torero nos dice en su despedida: “alguna vez soñamos con un mundo donde el hombre pudiera aprovechar el desarrollo de la tecnología para aliviar sus tareas físicas y disponer de más tiempo libre. Creímos que las horas liberadas le permitirían reforzar su vida familiar, dedicarse a adquirir mayores conocimientos, crear obras artísticas y construir un mundo mejor”.

Con su habitual lucidez reconoce que las luchas que abrazaron los de su generación desde los años 50 y 60 parecieron acercarse al logro de estos sueños en las décadas del  70 y hasta el 80. Pero el imperialismo resultó más poderoso y su codicia con su hermana la avaricia derrumbaron en muchos esa ilusión.

Hoy presenciamos, como en una película de horror, que se vienen cumpliendo las apocalípticas predicciones literarias: un mundo de seres aislados y enajenados por la televisión (Fahrenheit  451  de Ray Bradbury), groseramente engañados y estridentemente denigrados por los medios, espiados por los gobiernos y abusados por las empresas (1984 de George Orwell)  y  cada vez más sumisos y anestesiados, creyéndose destinados a vivir eternamente jóvenes sin más obligaciones que consumir, triunfar a expensas de todos y no pensar (Un Mundo Feliz de Aldous Huxley).

Felizmente en este pozo negro entran luces de tanto en tanto. Y la amistad es uno de sus faros.

Para mí ese faro fue la amistad de Alfredo Torero y Roberto Cedrés en el exilio.

Durante los doce años que vivió Torero en Holanda se forjó una relación fraterna entre un uruguayo polifacético, luchador y creativo, autodidacta y aguerrido, con un peruano igualmente luchador y aguerrido que se entregó con similar pasión a la ciencia y a la política.

Cuando Alfredo Torero llegó a Holanda fue Roberto Cedrés quien lo orientó, lo reubicó en una casa de un solo piso, le proporcionó los equipos para comunicarse, de segunda mano pero en buen estado, y sobre todo, le brindó afecto y compañía.

Roberto en su programa dominical Entre Tango y Tango fustigó a multinacionales  y políticos corruptos sin temor ni diplomacia, denunció las jugarretas de los medios y el entreguismo de nuestros gobiernos y no se dejó censurar por nadie.

Matizaba sus denuncias con preciosas melodías del recuerdo –  boleros, tangos y a veces valses y pasillos –  con anécdotas políticas, cuentos de Luis Landriscina o canciones de Sabina. Los domingos de 5 a 7 de la tarde,  eran para Alfredo sagrados y sus críticas las atesoraba Roberto  pues mejoraban su ameno programa.

Roberto hizo un programa testimonial extraordinario sobre el Uruguay anterior a la liberalización,  compartía sus relatos sobre viajes y personajes, leía cuentos y poemas de otros autores, los musicalizaba, etc.

De las conversaciones de dos coetáneos (un rioplatense de vena musical, amante del jazz, del tango y del folklore, la fotografía y la política y un peruano de vena poética, prestigio académico, conducta revolucionaria y hablar calmo) surgió una recíproca admiración y la afortunada decisión de dejarnos un legado.

Roberto Cedrés filmó durante dos años a Alfredo Torero, para que él nos narrara  su vida y su obra y para atacar la amnesia que asola a la humanidad en este milenio.

Roberto editó su grabación de 6 horas  y produjo una cinta de hora y media. La intención original era hacerla llegar a los estudiantes de San Marcos para que se apropien de su historia, la enarbolen y la retomen con el coraje y la solidaridad que siempre caracterizaron a esa universidad y a sus alumnos y profesores.

La cinta es conmovedora por el análisis que hace Torero sobre nuestro país y nuestra historia, pero lo es sobre todo porque al final Alfredo Torero, que sabe que su muerte es inminente,  se despide de nosotros. Falleció el 19 de junio de 2004.

Alfredo enfrentó la muerte con el mismo valor y la misma entereza que desarrolló su vida y su obra científica. Hasta el final su mente estuvo en San Marcos y pidió que sus libros se donaran a nuestra universidad.

Recogimos las cajas con sus libros de Ámsterdam y las entregamos a la embajada peruana en Bruselas para que se enviaran a  Lima. El apoyo del embajador Urrutia fue invalorable en estas gestiones. Sin embargo,  por decisión de los herederos legales de Alfredo,  esos libros están en el hogar de sus hijos.

Roberto Cedrés quería venir a Lima a presentar su video en San Marcos y cumplir así con la voluntad de su mejor amigo. La organización Solidaridad Latino en Bélgica reunió los fondos para ese viaje pero el rector de San Marcos, entonces Manuel Burga, no autorizó el homenaje que se le estaba organizando a Alfredo Torero.

El viaje de Cedrés  se canceló y la película quedó en Holanda desde el año 2005. Roberto preparó entonces un inolvidable programa radial de homenaje en el primer aniversario del fallecimiento de Alfredo Torero y, con el fondo de quenas y zampoñas,  difundió la despedida de Alfredo. En ese programa Roberto lamentó  ver tanta envidia y tanto miedo en nuestro país;  no comprendía cómo un hombre de la inmensa talla  moral y académica de Torero  podía ser maltratado en una universidad de trayectoria contestataria y valiente.

Yo regresé a mi país en el 2010 y en mayo de 2011 me llegó un correo de Uruguay. El sobrino de Roberto, Gustavo Cedrés Abella, me informaba que su tío me quería hacer llegar la filmación.

Retomé el contacto con Roberto y fue así que me enteré de que se hallaba enfermo de cáncer.

Roberto me encargó entonces que hiciera lo posible porque su película no fuera también exiliada y al recibirla me dirigí a los únicos que podían convertir esta muestra de amistad en un gran documental  que trascienda el miedo y aplaste a la envidia.

Federico García y Pilar Roca estuvieron a la altura de la tarea y rompiendo records de tiempo, calidad y economía de costos, convirtieron el testimonio fílmico en una obra de arte. Este documental alterna la difusión científica de la trascendental obra de Torero con la trayectoria política que Torero mismo nos narra, en un contrapunto siempre ágil que constituye un ejemplo de profesionalismo y  ternura. El cariño que Fico y Pilar le pusieron a esta obra los enaltece.

La primera versión del documental se estrenó el jueves 25 de agosto del 2011 en el XVII Congreso Peruano del Hombre y la Cultura Andina y Amazónica, que llevó el nombre de Alfredo Torero Fernández de Córdoba y que se realizó en Huacho, ciudad natal del eminente lingüista.

Cabe destacar el empeño especial del presidente de la  comisión organizadora,  doctor Filomeno Zubieta Núñez, que además asumió la tarea de publicar un compendio de artículos de Alfredo Torero para proteger y difundir su legado lingüístico.

Cuando estábamos por enviarle la película a Roberto Cedrés recibí de su sobrino la triste noticia: Roberto había fallecido en Ámsterdam pocos días después, el 31 de agosto.

El viernes 9 de setiembre del 2011 se presentó en la Casona de la Universidad de San Marcos la versión corregida del documental con la asistencia de más de 100 personas, entre ellas varios de los entrevistados en el film y otros distinguidos concurrentes.

La película está en

Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=WsQO2vhJNv8

Desde entonces venimos recibiendo noticias muy gratas de otros países y universidades, exalumnos, familiares, amigos, colegas de Alfredo Torero que nos piden la película y que organizan homenajes y reuniones para mantener siempre vivo el pensamiento de Alfredo y demostrarnos a todos que fue una vida que mereció vivirse, un ejemplo que amerita seguirse, una luz que no debe apagarse.

Así como tampoco debe apagarse el faro de la esperanza porque lo enciende la fraternal amistad de un uruguayo exiliado y un exiliado peruano.

¡Salud a la amistad de Alfredo Torero y Roberto Cedrés!

 

Lima, 15 de setiembre de 2011                                       Yolanda Sala Báez


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Cuatro perlas en media hora

Cuatro perlas en media hora

Hoy domingo íbamos con mi esposo en el auto escuchando un programa de radio en holandés. El entrevistado hablaba sobre sus impresiones a raíz de un viaje a la China, la Meca del siglo veintiuno. El visitante recordaba el historial de persecuciones y muertes causadas por Mao, entre 10 y 70 millones de muertos según Wikipedia, 186 000 según Jean-Luc Domenach [1] más unos 30 millones que murieron de hambre durante su gobierno y lo comparaba con las atrocidades de Stalin que habrían causado unos 8 millones de muertos, y las de Hitler (unos 17 millones de víctimas según Wikipedia).

Pensé entonces en lo tendencioso de la noticia: Mao y Stalin personificaron  ideologías opuestas al capitalismo y son considerados bestias sanguinarias, o en la jerga de moda: Agentes del Mal y puestos en el mismo nivel que Hitler que, aunque fue el adalid del capitalismo, cometió el error de perder la guerra y se convirtió en el chivo expiatorio que alejó de la mente del público a sus verdaderos impulsores y patrocinadores: las grandes empresas capitalistas.

Y me pregunté: ¿Por qué nunca se mencionan entre esas cifras estremecedoras, a las víctimas de las Cruzadas, de la Inquisición, de las guerras de latrocinio y despojo que realizaron los gobiernos europeos, encabezados por las muy católicas majestades españolas y la impetuosa Reina Virgen inglesa y una larga lista de cabezas coronadas hasta llegar a la más ambiciosa, la querida ‘abuela de Europa’, la Reina Victoria? ¿Acaso no sumarían muchos millones más incluyendo los productivos negocios personales que hicieron con la introducción en gran escala de la esclavitud en América después de diezmar a las altas culturas que ahí vivían, y con la introducción del opio en la China, y el apartheid en sus colonias? ¿Por qué nunca se dice que fue la santa inquisición de la iglesia Católica, la que sirvió de inspiración para las sofisticadas tácticas de confinamiento y tortura de los campos de concentración[2] alemanes? ¿Por qué nunca se dice que fueron los británicos en Sudáfrica quienes estrenaron esos campos de concentración? ¿Y de las víctimas de la CIA en el Tercer Mundo que ahora por fin se sabe que fueron más de 12 millones después de la segunda guerra mundial y antes de finalizar el siglo XX [3]? De esas nadie habla.

En eso reflexionaba cuando hubo una pausa musical, un rock aparentemente inocuo, con esa melodía fácil que se graba sin mayor esfuerzo en la mente, y cuyo reiterativo sonsonete rezaba: We need control, we want control [4]…… y pensaba en el libro 1984 de Orwell.

Mi marido me vio la cara y cambió de estación, sintonizó nuestro programa dominical favorito: La Prehistoria, que combina noticias antiguas con la música de la época y escuché la voz de  Kennedy denunciando la crisis de los misiles en la ‘prison island of Cuba[5]’ amenazando ‘the safety of the Western Hemisphere[6]’ y me preguntaba; ¿por qué no dijeron que Cuba más bien fue la isla liberada, que dejó de ser el garito y el prostíbulo de la mafia norteamericana para asumir las riendas de su destino? Y ¿En qué momento todo el hemisferio occidental se redujo a la costa de la  Florida en los Estados Unidos?

El conductor del programa resumió la noticia en holandés, aclarando que se trató de la crisis más grave para la humanidad después de la segunda guerra mundial y pasó a la parte musical del segmento. A pesar de mi cariño generacional por los Beatles, me hizo sonreír la canción elegida: ‘Love, love me do’ que también repite incesantemente la invocación de que quieran al autor y que no resiste el menor análisis de contenido sustancial o poético. Y pensé que efectivamente, mientras en el mundo se destruían democracias, se asesinaba a los opositores de las grandes empresas, se torturaba a sindicalistas, se invadían países sin explicación alguna, los jóvenes cantábamos ‘Quítate los ruleros’ en español o ‘Love me do’ en inglés.

Pero lo que más me atemoriza es que, aunque nosotros -los de los 60- nos dejamos enganchar con los grupos de rock y su respectiva frivolidad, si alguien hubiera dicho públicamente que sería presidente o que ganaría una guerra por petróleo porque Dios se lo ha dicho personalmente, por lo menos nos habríamos reído o ‘para no herir los sentimientos’ (de los gringos)  habríamos pensado calladamente ‘¡pobre loco! ¿Dónde perdió el tornillo?’ Sin embargo en la nación más poderosa del mundo un par de candidatos lo dicen hoy y la gente no sólo no se ríe hasta el cólico estomacal, sino que se transforma, se cree en un estadio de fútbol y grita, en éxtasis: ¡sí, Dios lo quiere, Dios lo ha dicho!

Por eso me convenzo de que hace 18 años tomé la más sabia decisión de mi vida: no ver televisión. Ahora, lamentablemente, tendré también que prescindir del radio. ¡Cuatro perlas en media hora es demasiado!

 

Bélgica, 7 de setiembre de 2008

Yolanda Sala Báez

[1] . Chine: L’archipel oublié. (China: The Forgotten Archipelago.) Fayard, 1992. ISBN 2213025819

[2] La Puta de Babilonia, de Fernando Vallejo, ISBN: 9788432231667 EDITORIAL SEIX BARRAL, S.A.

Año de edición:2007 Plaza edición: BARCELONA

[3] http://video.google.com/videosearch?hl=es&client=firefox-a&rls=org.mozilla:es-ES:official&hs=cgg&q=third+world+war&lr=&um=1&ie=UTF-8&sa=X&oi=video_result_group&resnum=4&ct=title# y sus capítulos siguientes

[4] Necesitamos control, queremos control (N.de T.)

[5] Isla prisión o isla prisionera (N.de T.)

[6]La seguridad del hemisferio occidental (N.de T.)


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UN MUNDO FELIZ QUE SE QUEMA A FARENHEIT 451

UN MUNDO FELIZ QUE SE QUEMA A FARENHEIT 451

 

En 1953 cuando yo tenía tres años y estaba aprendiendo a leer,  Ray Bradbury  publicó Fahrenheit 451.  Yo leí esa obra a los veinte años pero nunca imaginé que menos de tres décadas después sería testigo del mundo que él describía: un mundo de gente que quemaba libros porque hacían pensar (y eso los volvía peligrosos) y donde las mujeres se pasaban la vida atentas a un programa de televisión que se había convertido en su única familia, pues sus maridos estaban en alguna guerra de saqueo contra algún país de cuya existencia todos los ciudadanos apenas tenían una idea vaga.

 

Descubrir la palabra escrita para mí fue mágico. Siempre creí que el libro era un premio, un don que me permitía recibir el mensaje transmitido por otras generaciones, desde otras latitudes, con leyendas de vikingos,  aventuras en las selvas de Borneo, duelos a capa y espada en Francia,  tímidos amores victorianos,  perros que aprendían a hablar, bravíos filibusteros,  madres heroicas,  idealistas que triunfaban en su empeño, personajes cuyas vidas podía imaginarme e incluso vivir a escondidas, con la complicidad silenciosa del papel grueso y la tapa de cartón.

 

En aquel entonces en el Perú – felizmente – no había llegado todavía la televisión y los niños nos entreteníamos jugando con otros niños, participábamos en las conversaciones familiares a la hora del almuerzo y de la cena y hasta organizábamos pequeñas  “veladas artísticas” recitando los poemas que aprendíamos en el colegio.

 

Conforme pasaron los años la radio se convirtió en una agradable afición y el premio que me daban mis padres por haber hecho bien las tareas escolares era escuchar a Pedro Infante y otros cantantes mexicanos; aunque debo admitir que siempre me creó una profunda confusión haber llorado en 1957 la muerte de mi cantante favorito (llevando incluso un velo negro todo el día en su honor) y escuchar varios años después ¡qué Pedro Infante recibía a sus amigos en su propio programa de radio!

 

En 1959 mi papá compró nuestro primer televisor y – repito, felizmente – no sucumbí a sus encantos, a pesar del atractivo que tenían las películas de vaqueros, Lassie, Rintintín, las comedias de Lucille Ball y los dibujos animados de Betty Boop. Me molestaban los pequeños conflictos que ese aparato creaba en mi familia porque unos querían ver el canal 4 y otros el canal 13.

 

Las tertulias familiares a que estaba acostumbrada en mi hogar se volvieron más cortas, siempre alguno tenía una serie, las noticias o una telenovela que ver. Al aumentar el número de canales aumentó también la frecuencia de las discusiones entre los miembros de mi familia.

 

Los juegos infantiles como la pega, los escondidos, los yaxes, matagente,  las estatuas, etc. se fueron acortando y los niños se fueron convirtiendo paulatinamente en espectadores.

 

El rico intercambio de anécdotas de nuestros padres, las novedades que contaban los tíos, los amenos recuerdos de las abuelitas y las frecuentes risas que provocaban las travesuras de los chicos se espaciaron y aunque al comienzo el repertorio de nuestras canciones se amplió con aquéllas de los artistas de la ‘Nueva Ola’ en la televisión, poco a poco nuestro público familiar se hizo más ralo y nuestras ‘veladas artísticas’ terminaron por morir. En cuanto acababan de cenar todos corrían a ver la televisión y, en casos extremos, llevaban en un azafate lo que no habían terminado de comer y le daban curso sin perderse su programa favorito.

 

Eran los años 60 y la televisión peruana todavía se daba el trabajo de crear espacios de preguntas sobre cultura general, sobre música popular, telenovelas sobre Mujercitas de Luisa May Alcott a cargo de célebres clanes del teatro como las Travesí y los Ureta, y los enlatados que llegaban describían las hazañas de personajes literarios como Ivanhoe o de perros inteligentes como Rin Tin Tin y Lassie.

 

En los años 70 mi madre creyó encontrar la solución salomónica para evitar los conflictos de poder relacionados con el televisor y nos compró un televisor pequeñito a cada uno de los tres hijos.

 

Ese fue el tiro de gracia a la vida familiar y a la comunicación entre nosotros.  Rara vez volvimos a comer juntos y mis hermanos subían a sus cuartos con su cena en un azafate.

 

En los años 80 yo creía que éramos una excepción, pero al visitar a mis amigos y amigas tuve que aceptar que en todas las casas había un nuevo invitado de honor: el televisor.  Los visitantes teníamos que conversar en voz muy alta porque a nadie se le ocurría no digo apagar el televisor, sino bajarle al menos el volumen … y los niños se acostumbraron a esperar que hubiera comerciales para hablarles a sus padres.

 

Los programas habían ido degenerando,  las escasísimas producciones nacionales eran sobre todo comedias basadas en la generosa exhibición de glúteos, golpizas a enanos, insultos a negros y cholos y a todo aquél que  fuera diferente. De los concursos escolares se pasó a la propagación de la música chicha, el estridente lenguaje lumpen y las entrevistas a cargo de periodistas que nunca dejaban que sus entrevistados expresaran su propia opinión.  Los spots publicitarios aumentaron el ruido en muchos decibeles para martillar adecuadamente las mentes de los telespectadores.

 

Cuando le preguntaron al dueño de Panamericana Televisión en una rueda de prensa por qué difundía tanto programa “basura” su respuesta fue que “eso es lo que a la gente le gusta y para convencerse sólo tienen que ver el rating”. No dijo que el mayor rating en la televisión peruana lo obtuvieron siempre los documentales de Alejandro Guerrero.

 

En los años 90 el televisor era ya parte vital del decorado de consultorios, restaurantes y antesalas. Fujimori asistido por el siquiatra asesino Segisfredo Luza y la abogada Laura Bozzo bombardearon el intelecto de los peruanos con talk shows donde la conductora Bozzo, por el módico precio de tres millones de dólares [1] se encargó de enlodar la televisión y los hogares que la recibían en sus pantallas, con descripciones minuciosas de incestos, violaciones, pleitos familiares y cuanta inmundicia pudiera conseguir que declararan los pobres muertos de hambre contratados para dar ‘sus testimonios’. Por increíble que parezca, alcanzó un enorme rating a nivel latinoamericano.

 

En 1972, cuando yo tenía 22 años leí «Un Mundo Feliz» escrita por Aldous Huxley en 1932.  Me pareció tan alucinante y fantasioso como me había parecido Fahrenheit 451. Un mundo de seres programados para trabajar sin pensar, que aceptan todo mecánicamente y que sólo viven para producir encasillados en vidas predeterminadas, sin que nadie se queje ni lo cuestione porque una droga, “soma”  los hace felices, me parecía simplemente inverosímil, imposible.

‘En su obra … Huxley propone el uso de la ciencia, sin limites éticos para el condicionamiento humano, y sus consecuencias si es utilizada para controlar la sociedad. Cómo serían usadas las drogas y los medios de información para quitarle el poder de decisión a las masas y así crear una sociedad sin valores ni creencias que vive bajo una «felicidad» inhumana impuesta por una sociedad autoritaria.[2]

Al comprobar estos hechos me pregunto ¿qué ocurre realmente? Los autores se anticiparon al futuro?, ¿lo previeron? ¿O el futuro se adecúa y aprovecha estas descripciones para ponerlas en práctica?  En el video de Fahrenheit 451, Bradbury comenta que un japonés le indicó muchos años después de su estreno, que el walkman lo habían creado después de ver su película …

Con orgullo digo que desde 1995 no veo televisión y sólo enciendo el aparato cuando viajo por trabajo, para comprobar que efectivamente, todos los canales de televisión no hacen sino reproducir en distintos idiomas las mismas noticias de la CNN, o, lo que es lo igual, las mismas mentiras de la CNN y compruebo también que las tácticas de ablandamiento se vuelven cada vez más burdas, manifestando el desprecio que sienten los medios hacia sus telespectadores.

En los programas de concurso sobre conocimientos como the Weakest Link, con sus respectivas y fieles versiones en varios idiomas, los participantes son humillados e insultados; en las ‘travesuras televisivas’ se burlan de todo aquél que sea educado, solidario o generoso y se cruce en el camino de la cámara escondida o similares; Big Brother anestesió a la gente en todo el mundo, la privacidad pasó a la historia con la banalidad con que pasó de moda la minifalda. Por Internet me llegó un video que había sido proyectado en televisión, sobre unas jovencitas que se dejaban vendar los ojos después de usar un lápiz labial. La locutora les explicó que los dos apuestos modelos que estaban ante ellas las besarían y ellas tendrían que adivinar cuál de ellos había sido. Una vez que tuvieron los ojos vendados los modelos salieron del escenario y entraron un chimpancé y un orangután que besaron a las chicas a su gusto, metiéndoles la lengua en la boca, entre otras cosas.

El golpe a la dignidad humana se da con especial esmero en la publicidad. En Bélgica una mujer desnuda tendida en el suelo sirvió de pretexto para anunciar un colchón llamado ‘los tres cerditos’, y tres bebes, también desnudos, gatean a los pechos de la modelo que cual cerda se encuentra tendida esperando a sus crías. Hasta hoy no entiendo el mensaje comercial ni subliminal que podría argumentar el rico infeliz que concibió este anuncio.

Otro con similar intencionalidad fue el de las páginas amarillas. Una muchacha con minifalda se inclina para leer las páginas amarillas y un hombre le pega las narices al calzón; el mensaje comercial es que no es necesario buscar información como los perros, es preferible ir a las páginas amarillas.

En los buses de Lima, Movistar asegura que sus clientes son loros y pone fotos de esas aves por si acaso seamos además brutos y no los conozcamos.

 

Los medios han ido apoderándose de las conciencias del público, los jugadores de fútbol y las cantantes se han convertido en los únicos modelos que los jóvenes deben imitar. Se les dice que siempre serán jóvenes, que los viejos son una carga que les impide prosperar, que los jóvenes nacieron para darse gusto, que lo único que importa es la apariencia y sobre todo – según los gurús filosóficos de Mac Donald’s, que ‘ser egoístas no es malo’.

Después de todo, lo único que puede impedir el sometimiento total y el retorno a la esclavitud es el ejercicio de la solidaridad.

En la cruzada contra la inteligencia y la dignidad de las personas los genios contratados por las empresas imponen otros ídolos extravagantes con la complicidad de los modistos y diseñadores. En el mundo de la moda, a manos mayormente de homosexuales probablemente misóginos, la belleza de la mujer ha sido sometida a todo tipo de degradaciones: se entronaron en distintos períodos a las modelos anoréxicas, luego fueron las que tenían apariencia de drogadas, más tarde las volvieron brujas,  satánicas, vampiras y barrocas, también las disfrazaron de payasos, de extraterrestres y militares pero la moda más constante es aquélla que exhibe a las mujeres como prostitutas… y algunas mujeres no sólo no se quejan sino que siguen esas modas con orgullo.

Es lamentable ver cómo hoy además el poder de las empresas que están detrás de todas estas corrientes – porque ninguna es casual – ha logrado penetrar hasta el premio Nóbel.

Desde que Al Gore recibió el Nóbel de la Paz los medios de comunicación han reforzado sus baterías en la campaña de concientización para convencer a los consumidores de que ellos son los únicos culpables de la contaminación ambiental.

Mientras el Papa Juan Pablo santificaba a los sacerdotes que murieron en la Guerra Civil española (sólo los sacerdotes franquistas lógicamente) los medios blandían uno de los mecanismos más efectivos de la religión: el sentimiento de culpa. Por culpa de los trabajadores que tienen automóvil el planeta se envenena cada día más.

Nada dicen de la contaminación que producen las empresas, callan sobre las nubes plomas y acres que segregan las grandes usinas industriales, los inmensos territorios de los laboratorios,  los complejos químicos de las multinacionales, los buques factoría que depredan todos los mares, los miles de kilómetros de selvas amazónicas destruidos por las petroleras o los grandes aserraderos. No hablan de la destrucción de la biodiversidad para llenar más los bolsillos de Monsanto, ni de los grandes riesgos a la salud que producen sus transgénicos que según ha demostrado una científica rusa, causan la muerte del 55% de las crías de las ratas alimentadas con soya transgénica[3].

Porque los medios, con la eficiencia descrita en un Mundo Feliz por Huxley, golpean diariamente entre el bum bum bum del rock metálico y la monótona repetición de un solo compás en la ‘música de fondo’ las conciencias de los consumidores de la “información” y los van convenciendo de que los únicos culpables de que el planeta esté en vías de destrucción son los trabajadores que van a trabajar en su automóvil, provocando atoros en las autopistas y contaminando el aire que todos respiramos.

¿Por qué tienen que tener automóvil? Se preguntan los sabios y doctos directores de programas de alturado debate político, esos que nunca dejan responder a sus invitados.  ¿Acaso no es irracional? ¿No sería más lógico y racional y ecológico, que los trabajadores no vivan lejos de sus centros de trabajo?

¿Acaso no eran más eficientes y ‘ecológicamente responsables’ los centros feudales donde los siervos vivían en el lugar donde tenían que trabajar? Se preguntan los emisarios bien pagados por las multinacionales obscenamente enriquecidos con las maquilas, donde los trabajadores, en su mayoría mujeres, duermen, comen y trabajan en el mismo recinto al menos 60 horas por semana, siendo tratadas como animales.

Vivir cerca del centro de trabajo permite que el empleado pueda quedarse unas horitas más laborando lo que protegería el medio ambiente y no implicaría gastos para el trabajador (ni para la empresa).

Recordando con nostalgia las bondades del trabajo esclavo promovido con entusiasmo por la reina Isabel I de Inglaterra quien, junto con otros miembros de la familia real, formó una de las primeras empresas esclavistas del mundo[4],  los nuevos amos del planeta[5] abogan por la prolongación de la edad de trabajo hasta los 70 o, ¿por qué no? Hasta los 75 años de edad.

De esa manera los trabajadores no tendrán que despilfarrar el seguro de pensión en atender su salud durante varias décadas ni en pagar los costosos servicios de los institutos para ancianos, sino que  morirán casi inmediatamente después de jubilarse o, heroicamente, en pleno trabajo sacrificando sus vidas por el bienestar de la sociedad … anónima que los contrata.

Y los gurus de las finanzas no pueden disimular la saliva que se les derrama al pensar en los miles de millones de dólares que obran en poder de las AFPs y que en algunos países todavía no pueden insertar en el mercado de valores, para desaparecerlos con jugadas que incluyen préstamos a empresas que se declaran en quiebra y otras lindezas.

Igual exceso de salivación les producía pensar en China y sus 1300 millones de habitantes, que con sólo gastar un dólar generarían 1300 millones de ganancia! Y la secuela de trabajo esclavo, y el uso de presos como donantes  forzosos de órganos no se hicieron esperar en China …

En otros programas televisivos ya se habla con mayor frecuencia y comodidad de las bondades de la eutanasia.  Lo que alguna vez se consideró pecado, delito o crimen es ahora una alternativa razonable que aunque ahora se pregona abiertamente sólo para pacientes que sufren  enfermedades incurables, podría muy bien convertirse en una forma de racionalizar los recursos de la sociedad. Porque, aducen subliminalmente los medios, ¡los trabajadores de hoy en los países desarrollados viven demasiado!

Sabemos cómo funcionan los medios: primero sueltan la noticia como al descuido, luego la repiten incansablemente, más tarde la presentan con fotos de todo tipo, después se vuelve tema de ‘debate’ en programas donde los opositores son ridiculizados, interrumpidos o tergiversados, enseguida se encuesta a la ‘gente de la calle’  con preguntas dirigidas,  esto se refuerza con entrevistas a los gurus o sabios sobre el tema, todos ellos en la nómina de las grandes empresas de seguros o de las multinacionales.

Cuando ya el tema se haya banalizado, cuando ya se hayan ablandado masivamente los cerebros y se haya creado la costra de insensibilidad necesaria en la conciencia, la eutanasia pasará a considerarse  económicamente justificable, moralmente deseable y sicológicamente inevitable y: ¡zas! Todos los informados televidentes y lectores de diarios (debidamente censurados por la CNN) estarán justificando los baños con gas letal en los modernos Auschwitz mientras consumen su “soma” televisiva.

Y para aquellos que se resistan a la eutanasia, siempre habrá la posibilidad de aplicarla científicamente,  médicamente, poco a poco, en los centros privados de salud que atienden a los pacientes de los seguros privados de salud cuya sagrada misión y visión (a las empresas como a sus predecesores, los reyes causantes de tantas guerras y muertes les fascinan los términos religiosos que impiden la censura moral) es asegurar ganancias incesantemente mayores para los accionistas.

Tenemos entonces el privilegio de presenciar dos libros de ciencia-ficción convertidos en realidad. Fahrenheit 451 con una sociedad dominada por la televisión y un Mundo Feliz donde todos terminamos ardiendo a 451° F para convertirnos en la droga Soma que alimenta a las castas clonadas de Huxley.

Felicito al colega que encontró la mejor descripción del título de la obra de Huxley en inglés: A brave new world y propone «Valiente nuevo mundo» que en tono conmiserativo significa realmente.. ¡Dónde hemos ido a parar![6]

Pero no terminemos en una nota pesimista, felizmente hay medios y hay personas como Felipe Pigna, historiador argentino, que nos educan, nos acercan a la verdadera historia de nuestros pueblos, en forma amena y grata. Es admirablemente prolífico, su obra incluye numerosos libros, series documentales sobre historia argentina (Algo habrán hecho, Historia Clínica, Qué fue de tu vida, Si te he visto no me acuerdo, Lo pasado pensado) y los domingos su programa Historias de la Historia en Radio Nacional Argentina. Altamente recomendable. Además publica una gaceta mensual y tiene su página oficial en Facebook. Se ha convertido en mi autor favorito.

Bélgica 30 de octubre 2007Y plenamente vigente en Lima en 2014 Yolanda Sala Báez

 

 

[1] http://peru.indymedia.org/news/2006/04/26736.php

[2] http://www.monografias.com/trabajos29/comparacion-libros-ciencia-ficcion/comparacion-libros-ciencia-ficcion.shtml

[3] http://www.gmfreecymru.org/pivotal_papers/ermakova.htm

[4] El duque de York  hacía marcar con hierro candente sus reales iniciales DY en el pecho o en la nalga izquierda de cada uno de sus 3000 esclavos antes de despacharlos al Caribe

 

[5] http://video.google.es/videoplay?docid=1565809721383114728

[6] http://garaya.blogspot.com/2005/09/el-mundo-feliz-de-aldous-huxley.html


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Tienes 53 años y tiemblas

 

Tienes 53 años y tiemblas

       Tienes 53 años, estás empezando una nueva relación sentimental, un nuevo abalorio en el collar de la vida y te sientes fuerte, poderosa, capaz de ser feliz y de hacer felices a quienes te rodean.

       Pero una mañana te despierta el temblor involuntario de un pie y de una mano. No le prestas atención: tienes que ocuparte de cosas mucho más importantes. Pero el temblor se repite, te produce malestar porque distrae a tu interlocutor del mensaje que le transmites. Lo peor es que se presenta cuando compartes algo que te produce pasión, tristeza o furia.

     La frecuencia de esos episodios te arrincona y obtienes una cita con el médico de la familia. Estás en otro país y ésta es tu primera atención de salud en él. Afortunadamente nuestro médico de familia, el Dr. Johan  Thielen habla cinco idiomas, es amable, eficiente y callado, es uno de los pocos profesionales de la salud que dedica media hora de atención a sus pacientes y evita bombardearnos con medicamentos, apelando a soluciones naturales y aplicando sentido común. 

     Te escucha atentamente, te hace varias pruebas de coordinación pero no quiere adelantarte una opinión y te indica que debes acudir a un neurólogo.

      Sigues sus instrucciones y te recibe un médico serio, formal, que te pide que camines hasta la puerta y luego te indica que te sientes al borde de la camilla, te formula preguntas sencillas que respondes tranquilamente. Te solicita que hagas movimientos de coordinación con las manos y tú piensas que estás perdiendo tu tiempo.

      Luego te sientas frente a él y te dispara estas frases:

—Usted padece una enfermedad neurológica, degenerativa e incurable. Usted tiene el mal de Parkinson.

         Y crees que ese médico serio y formal está desplegando contigo su insospechado sentido del humor. Como para rubricar el momento, tu mano y tu pie izquierdos se sacuden y tú sientes mucho frío.

         Te explica que el Parkinson aparece cuando ya no puedes producir suficiente dopamina, una hormona que actúa como cable de comunicación, como un conector, entre tu cerebro y tus músculos. Ante la insuficiencia de dopamina los músculos se mueven espontáneamente.

         El Parkinson no se puede curar, te advierte el médico, pero se puede controlar en cierta medida con medicación. —Usted tendrá que tomar toda su vida un sucedáneo de la dopamina que su organismo ya no produce.

         Tu familia no puede aceptar esa noticia, apelas a una segunda opinión. Y acudes a un renombrado especialista, el doctor y profesor Patrick Santens, en el hospital universitario de Gante, para que te dé una respuesta que puedas asimilar.

         Esta vez conversas con un neurólogo que tiene mayor sensibilidad y  que es más didáctico.

         —Sin que lo hayan invitado, el señor Parkinson ha decidido compartir su vida con usted y solo le queda aprender a vivir con él. Usted es una mujer fuerte y luchadora. Su futuro bienestar depende mucho de la actitud que usted adopte y aquí estamos para ayudarla.

         Empiezas a investigar, a preguntar, a leer más sobre este mal y descubres que de él se sabe muy poco, a pesar de que sus síntomas se describen en textos vedas fechados dos mil años antes de Cristo y en papiros egipcios. Te preguntas si habría la misma ignorancia si este mal afectara los órganos reproductivos masculinos…

      El origen del Parkinson parece ser una mezcla de factores genéticos y ambientales, y la verdad es que no te consuela saber que en el mundo la prevalencia del mal sea de siete por ciento, ni que haya alrededor de cinco millones de personas que lo sufren como tú.

         Has aprendido que en la enfermedad no hay justicia, que no es un castigo merecido y que, por mucho que te quieran tus familiares y amigos más cercanos, el Parkinson no se puede compartir y no se puede curar.

         De ahora en adelante depende de ti. Tienes que enfrentar a tus dos verdaderos enemigos: el stress y la depresión, y debes aprender a vivir con míster Parkinson.

         El vigía eficiente que la naturaleza puso en tu cerebro, y cuyos sabios consejos te han salvado varias veces, te lanza un solo mensaje: no te atiborres de medicamentos. Desde que la medicina optó por aliviar los síntomas, en vez de curar el origen de las enfermedades, los humanos nos envenenamos con productos cuyos efectos finales todos desconocen, incluso los laboratorios que los fabrican y que se enriquecen con ellos.

       Lo ves claramente cuando tu neurólogo se encuentra ausente y su suplente, una joven doctora, te evalúa, determina que realmente tú no quieres adaptarte a los medicamentos y te conmina, con severidad, a poner más de tu parte. Sin mirarte y muy suelta de huesos te receta una pastilla para que no se te paralice el pie y para que pueda temblar, otra gragea para suprimir los temblores, una cápsula relajará tus músculos pero hará que te inclines hacia un costado al caminar. Para enderezar tu postura garabatea otro producto en la receta y te advierte que esta tableta te producirá una jaqueca que debes aliviar con un analgésico que te irritará el estómago y para eso sigue anotando nombres ilegibles…

         Botas a la basura la larga receta y acudes a la medicina natural.

         Sacha Barrio Healey, el sanador que has tenido la suerte de encontrar, te escucha atentamente, estudia tu pulso, tus manos, tu lengua, tus pies, evalúa tu energía, te prescribe una dieta nutritiva y saludable porque “somos lo que comemos” y te pone en manos de dos plantas humildes pero eficaces: la coca y la cúrcuma para que colaboren con la dopamina química que tienes que tomar.

       Así conoces personalmente a una hoja maravillosa que tiene muy mala prensa pero que potencia la acción de la dopamina. Es una planta que hace milenios que lucha exitosamente contra la depresión, que fortalece tus huesos, te hace comprenderte mejor, refuerza tu memoria, despierta tu alegría, te reconoce como parte integrante de la naturaleza y hace que te quieras y respetes como nunca lo habías hecho.

      Gracias a la harina de la coca, sagrada y generosa, a pesar de haber sido tan injustamente perseguida y humillada, logras convivir en paz con míster Parkinson, incluso aceptas los temblores con alegría, porque sabes que cuando dejes de temblar estarás cruzando el umbral del Parkinson rígido, que tiene mal pronóstico.  Y con estos aliados desarrollas una existencia útil, activa y hasta feliz durante diez años.

       Sabes que arrasar con la coca porque puede  ser convertida en cocaína es como destruir para siempre la vid porque puede ser convertida en licor. La coca fue un descubrimiento de una cultura de sabios ingenieros, conectados respetuosamente con la naturaleza. Es una generosa fuente de calcio (dos mil unidades de calcio por 100 gramos de coca), hierro, vitaminas, el mejor legado que nos dejaron nuestros antepasados precolombinos.

         La vida te envía al Doctor Nicanor Mori, un experimentado neurólogo, joven, de mentalidad abierta, y juntos estudian como dominar al señor Parkinson. Tu neurólogo te dosifica mejor la dopamina y te anima y fortalece. En lugar de recetarte mecánicamente una sarta de productos químicos, aplica brillantemente su sentido común.

         En tantos años de convivencia con el sísmico Parkinson han surgido muchas “curas definitivas”, te has ilusionado en vano con las células madres, con el implante de chips, has tenido buenos resultados con los imanes. Acudiste al Reiki, la reflexología, los masajes y la acupuntura. Has consultado a especialistas de Europa y Argentina, has indagado sobre los tratamientos de Cuba.

       Apenas ayer te enteraste de las bondades de la apiterapia y hoy tuviste tu primera sesión. La abeja transmite, entre otros neurotransmisores, Dopamina y Serotonina. Rosa Luz, la persona que te hizo el tratamiento te agradó, su respeto y gratitud hacia los laboriosos insectos y hacia la naturaleza en general te levantaron el ánimo. La naturaleza nos ofrece lo que necesitamos en la forma más saludable.

      También te enteras de que la Mucuna es una especie de frejol que produce dopamina pero su consumo directo es un poco complicado porque puede ser tóxico. Tal vez si la hubieras tomado al comienzo de tu enfermedad te podría haber ayudado.

         Pero el mal avanza y necesitas tomar más dopamina, enfrentas otros decenarios en el rosario de tu vida. Ya no puedes trabajar como antes, ahora tienes 63 años, y aunque tu cerebro no ha perdido muchas facultades, te sientes más vulnerable.

        Ya no eres la mujer pulpo que hacía eficientemente seis cosas a la vez, intérprete simultánea que viajaba por el mundo traduciendo temas técnicos, emitidos por los oradores en exóticos acentos. Te has vuelto lenta, tu pie izquierdo es más autónomo, se acalambra, se agarrota, frena y te atormenta cuando menos lo esperas, y cuando menos lo deseas.

        Ya no puedes viajar, a veces apenas puedes caminar. Pero, felizmente, puedes hacer en casa traducciones escritas y correcciones, puedes leer, puedes escribir y, afortunadamente, todavía tiemblas.

         Estás en esa etapa de la vida en que empiezan a irse para el silencio tus seres más queridos, tus mascotas, tus colegas, tu adorada y admirada hermana, arrasada en pocos meses por otro mal neurológico. Te divorcias, vives sola. Entonces se envalentona la depresión y la madre coca se ve en aprietos para dominarla.

        Quieres aislarte, te fastidia que te hablen, odias las preguntas. Te estás volviendo un ogro.

         Te detienes y analizas todo lo que te rodea, ¿Qué ves en la televisión? Basura, cinismo y violencia que te estresan. ¿Qué oyes en la radio? Estridentes tonterías y chismes que te repugnan. ¿Qué lees en los diarios? Mentiras, calumnias, insultos.

       Y todo eso te afecta, temes ser una víctima más de la cacareada violencia ciudadana, mientras que los verdaderos ladrones: los bancos se roban impunemente tus ahorros y los de todo el mundo, escudados por gritos de Goooool y  concursos que humillan a los participantes.

       Te das cuenta de que se transmite la misma basura, en distintos idiomas, en todo el mundo. ¡Cómo no vas a deprimirte!

         Recurres entonces a la mejor terapia posible: deshacerte de la televisión. Buscas en internet la información verdadera en medios y foros alternativos, escuchas los programas radiales del argentino Felipe Pigna sobre historia, relatos a cargo de admirables escritores. Resucitas tu música preferida para huir de ese taladro monocorde, que hace papilla las neuronas en casi todas las estaciones de radio y lugares públicos. Frecuentas a tus queridos amigos pensantes, disfrutas con ellos de la música que te alegra, sostienes largas conversaciones que te enriquecen, evocas gratas anécdotas, disfrutas con películas en las que los actores actuaban, con documentales y series históricas. Relees los clásicos de tu infancia, aquellos libros que sí que formaban, que tenían ética y que nos convirtieron en personas útiles, no en bobos consumidores estresados porque no podemos comprarlo todo.

       Caminas en el parque, aprendes yoga, recibes acupuntura, contemplas el mar al atardecer con tus primas queridas, hueles las flores, aspiras con avidez el aire salado de tu océano Pacífico que tanto echaste de menos. Conversas con desconocidos que al despedirse te bendicen, agradeces el trato preferencial que te dan en los lugares públicos.

      Te simplificas la vida: remplazas los estresantes botones, broches y cierres con cómodos elásticos, los pasadores ceden el paso al velcro y ya no te atormentas luchando contra tapas herméticas pues algún genio (¡quizás parkinsoniano!) diseñó abrelatas y tijeras con orejitas especiales para esos avatares.

         Descubres las regalías de la soledad a tu edad. Ya no tienes que adaptarte a nadie, complacer a nadie, sacrificarte por nadie. Si no quieres hablar: cantas, si quieres bailar ¿qué te lo impide? Si quieres comer: ¡buen provecho! comes lo que te apetece y cuando lo deseas. Ya no tienes que cumplir con las obligaciones y expectativas que otros te imponen. Por fin eres libre de ser como tú quieres ser.

         Pero debes admitir que Mr. Parkinson no ha sido solo el malo de la película. También te ha permitido ser más selectiva en materia de trabajo y disponer del tiempo para escribir y estudiar literatura, sin sentirte culpable.

         Y, por haber sabido reconocer las ventajas de la vejez, te premias con el mejor regalo que la madre naturaleza ha puesto a tu alcance.

         Desde que perdimos el don de comunicarnos con ella, cuando permitimos que nuestra especie la deprede, empezamos a irnos cuesta abajo. Nos volvimos peones que no valemos nada en un sistema que todo lo destruye, un sistema que no se cansa de acopiar riquezas a expensas del padecimiento de los más débiles. Un sistema que inventa religiones que justifican el robo y que le conceden al ser humano una supuesta superioridad, nombrándolo “rey de la creación” con licencia para destruir todo lo que tiene vida.

         Tu vigía te advierte que necesitas recuperar la comunicación con la tierra, aquel contacto directo, equitativo y natural que nos era innato y que se nos ha atrofiado. Y buscas – o te encuentra – un conector mejor que la dopamina.

         Adoptas o, mejor dicho, te adopta una gata. Una gata majestuosa y maternal que ha sufrido, que reparte su tiempo entre su bella existencia y la tuya; que te relaja con el ronroneo que emite en la misma frecuencia que los latidos de la tierra; que te abriga el corazón y el cuerpo. Ella te acompaña, te sosiega; tiene un refinado sentido del humor y se divierte compartiendo juegos contigo, alejándote de la computadora y el sedentarismo, vigila que tomes tu medicina, te tiene paciencia y jamás te considera una vieja temblorosa, inútil o vulnerable.

         Es más, cuando un leve temblor de tierra mueve la cama, tu gata abre su único ojo, te mira como diciendo: ¡Ah! Eres tú, y regresa a sus ocupaciones favoritas: ronronear y dormir

         Recuperas las riendas de tu vida.

          Cuando no vivías con el señor Parkinson solamente supiste dar, ahora tienes que aprender a recibir.

          Por eso aceptas y agradeces el cariño solidario de tu hija, de tus primas, tus amigas, tus sobrinos, tus colegas y te dedicas seriamente a estudiar, para escribir lo que consideras importante preservar en la memoria de esta absurda y arrogante especie a la que perteneces.

         Y le dices a Mr. Parkinson que no tienes tiempo que perder con sus caprichos, que ya has puesto mucho de tu parte y que ahora es su turno: ¡O se acomoda o se larga!

 

Lima, Marzo 2014


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LA JERGA SOCIOLÓGICA Y POLÍTICA

LA JERGA SOCIOLÓGICA Y POLÍTICA

Quienes traducimos seguramente hemos notado con interés las distintas frases que se ponen de moda entre los intelectuales peruanos.

En la época republicana los segmentos raciales del virreinato se fusionaron en el concepto de «pueblo». En el movimiento independentista los pueblos de indios y de esclavos se mezclaron y en la lucha libertaria surgieron “montoneras” y “patriadas”. Contra la corrupción del caudillismo el pueblo se rebeló y manifestó su disgusto con asonadas y cierra puertas.

A nivel mundial la revolución rusa parió el reconocimiento de “las masas» que en todo el mundo participaron en insurrecciones,  entre las más próximas a nosotros: México, Bolivia, Cuba, Nicaragua, etc.

En el Perú, en la etapa de reformas estructurales del gobierno militar del General Juan Velasco Alvarado, las masas se convirtieron en «las grandes mayorías», y los programas del Estado aspiraban a tener una «ancha base [social]».

Con el regreso a la democracia se desmontaron las reformas, el socialismo dejó de estar de moda y las masas con su ancha base se comprimieron en la jerga de los proyectos sociales. La nueva denominación para la población mayoritaria era «la colectividad» y, paulatinamente en los eventos internacionales quedó como un «colectivo», en singular.

Cuando en plena crisis de los 80 las mujeres del pueblo salieron al frente de la lucha se empezó a hablar cautamente de las organizaciones «de base» y, sobriamente en los 90 Fujimori convirtió al pueblo en «los perwanos».

En el nuevo milenio, con el surgimiento de innumerables ONGs, financiadas por los países del primer mundo, se impuso una nueva jerga de interesante evolución.  Los primeros proyectos presentados a las fundaciones extranjeras para obtener financiamiento tenían objetivos sociales y prioritarios, alcanzables mediante acciones muy definidas.  Pero también en sus términos las modas fueron variando.

Para amortiguar evaluaciones negativas sobre el logro de los objetivos señalados en los proyectos, ya no se decía que “los objetivos se cumplirán” sino que «se desplegarán esfuerzos para alcanzar», después se difuminaron un poco más y se decía que  «se procurará»; luego simplemente se «apuntaba al logro» y como esto todavía implicaba una determinada exigencia de destreza [o puntería], los objetivos se elevaron al limbo del azar pues «se apostaba al logro» y bajaron al transitorio «pasarán por» para finalmente quedarse en una ajena e impersonal «lectura».

Pero creo que lo más preocupante fue la creciente y progresiva separación entre los organismos de ayuda y aquellos a quienes pretendían ayudar, con ellos primero se “identificaban plenamente”, para luego pasar a “apoyarlos en sus esfuerzos de auto-ayuda”, y a los cuales ahora solamente “acompañan”.

Los pobres, que habían tenido “participación plena” en proyectos solidarios, pasaron a ser “poblaciones objetivo”, después los llamaron “beneficiarios”, con la política neoliberal los bautizaron “clientes” y los planes que habían sido “planes de desarrollo”, y por un tiempo “planes de lucha contra la pobreza” se volvieron “planes de negocios”.

En esta etapa del segundo milenio, el mundo se ha sometido por completo a las grandes corporaciones internacionales. A pesar de conservar los mismos objetivos que ya en 1908 describía claramente Jack London, en su visionario libro Talón de Acero, es decir: ganar más dinero a cualquier costo, las corporaciones se han sofisticado un poco y apelan a su eterna aliada, la religión, para uncirse a sí mismas calificativos místicos.

No hay empresa hoy en día, grande, mediana o pequeña, que no tenga su Visión (¿profética?) y su Misión (¿sagrada?) y no falta alguna que tiene una (¿santísima?) Trinidad de productos.

En los años 80 se hablaba de compañías, empresas, o firmas y cuando la Thatcher y sus secuaces académicos de Harvard y otros menos académicos  como Pinochet “liberalizaron” el mercado (como si alguna vez hubiera estado esclavizado) se empezó a hablar de los Grupos que fueron formándose gracias a estrategias “creativas” que consistían en absorber a las empresas pequeñas para las que crearon el término de PYMES.

A las enormes empresas se les llamó Corporaciones (traduciendo cada vez con menor esfuerzo los términos del idioma inglés) tal vez en un intento de asociarlas con la imagen aún romántica de aquellos primeros gremios de artesanos que huyendo de los señores feudales se asentaron en los burgos y se protegían en sus corporaciones.

Cuando las Corporaciones modernas empezaron a ver que los esfuerzos de los pequeños empresarios autoexplotados daban buenos resultados les aplicaron el nombre de Emprendimientos y los obligaron a gastar muchos miles de dólares en Certificarse, que no es otra cosa que uniformizarlas para que sean más fácilmente devorados por las grandes Corporaciones. No contentos con ello, las Corporaciones se convirtieron en personas con más derechos jurídicos que los simples seres humanos.

Pero como durante los años 80 nos habían bombardeado con el concepto de que todo Monopolio (sobre todo el estatal) era maligno, hoy  denominan “ejemplo exitoso de integración vertical” a las 147 empresas que dominan el mundo. https://www.youtube.com/watch?v=Rue2-g5F82U

Su enfoque ya no es satisfacer al cliente (aunque pasó por una graciosa racha en que sólo faltaba decir que buscaban el orgasmo del cliente).  Nadie da la cara, jóvenes enganchados en call centers, estresados y mal pagados son el único puente entre las corporaciones y el público. Ahora lo único que importa es tener contentos a los accionistas, ahorrar costos y vender más. Para ello se reduce la plantilla a la cuarta parte, se reducen los sueldos y aumentan las jornadas de trabajo. Se exige fidelidad (¿la santa Fe?) de los trabajadores a la empresa aunque ésta de ninguna manera les puede ofrecer estabilidad alguna porque las misteriosas manipulaciones del (sagrado) mercado son las que deciden los avatares de todas las compañías.

El capitalismo salvaje que es realmente como debería llamársele, ha logrado su sueño. Regresa a las formas de trabajo que tenía hace casi 100 años. Retoma el trabajo esclavo, el forzado y el infantil y cuando se le denuncia se rasga las vestiduras. Como los dueños de las grandes corporaciones son socios del monopolio de los medios de comunicación nos saturan con el cuento de la Responsabilidad Social de las Corporaciones, hacen donaciones a un par de obras de caridad, si es con un una campaña sico-social (vale decir: concierto de rock, chicas semi desnudas y muchas luces), tanto mejor, se agencian alguna etiqueta ecológica o de comercio justo y mandan a un equipo de escritores inspirados a que les redacten un Código de Conducta (sus supuestos “mandamientos”) que enmarcan y colocan en lugares visibles de sus fábricas; poco importa que sus trabajadores no los puedan leer porque están en inglés. https://www.youtube.com/watch?v=_H1YiG2Wj_8

Además los accionistas han logrado ser exonerados de impuestos que en cambio los pobres sí deben pagar (porque como dijera algún presidente latinoamericano: los pobres tienen que pagar la deuda externa 1) porque son muchos más y 2) porque están acostumbrados).

Y así vivimos, sometidos a los designios de invisibles CEOs, ahogándonos en un mar de siglas, equipos descartables y alimentos envenenados que nos producen enfermedades que los laboratorios, dirigidos por los mismos CEOs supuestamente nos curarán en los modernos servicios de salud que se han privatizado para volverlos más eficientes y sólo son accesibles a los ricos o los temporalmente empleados.

Y no hablaré de las crisis bancarias, los OTCs, ETDs, subprime, etc. que se producen ahora con regularidad, les roban sus ahorros y su vivienda a los consumidores (que es como se nos considera hoy por hoy) y amenazan con declararse en una quiebra, que produciría la muerte de este sistema económico. Los Estados, cuyos políticos están en la nómina de esas corporaciones, rápidamente aprueban el “rescate” de los mafiosos, dedicándoles el dinero pagado por los trabajadores y entre campeonatos de fútbol, concursos, campañas mediáticas sobre inseguridad ciudadana, nalgómetros y chismes de pacotilla entre otros elementos sicosociales,  sigue el circo.

Hasta que suene el reloj despertador de las masas.


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La Coprolalia y el Español

La Coprolalia y el Español

Coprolalia :
Uso involuntario de lenguaje vulgar u obsceno; se observa en algunos casos de esquizofrenia y en el síndrome de Tourette.
A comienzos de los años ochenta comencé a notar entre amigas muy queridas, de vestir y hablar fino y elegante, la tendencia a soltar una que otra palabrota que me causaba una molesta sorpresa. Luego me fui percatando de que este tic se convertía en la forma habitual de comunicación  entre adolescentes   (v.gr; el ‘-ta que…, el ‘che su ’ y el “ya pe ‘on ”) y me empecé a preguntar por qué ocurría este fenómeno cuando en los años sesenta y en los setenta el lenguaje soez sólo lo usaban los hombres cuando estaban sólo entre ellos – como muestra de su machismo -, los hampones y los policías asociados cotidianamente con ellos por su trabajo.

Pero conforme se fue agravando la situación social, económica y cultural en el Perú creo que todos los peruanos nos volvimos gradualmente coprolálicos. Creo que la coprolalia como desorden siconeurótico, causado por algún trauma, está directamente vinculado con la vergonzante sordidez que caracteriza cada vez más a nuestra sociedad porque es forzada a asumir un papel que no le corresponde pero que le imponen las transnacionales que dirigen hoy el globo y la globalización.

Y si son los jóvenes los primeros en volverse coprolálicos es posiblemente porque ellos son precisamente los más afectados: SU futuro es el que está siendo asesinado mientras todos presenciamos impasibles este crimen. Después de todo, los que nacimos antes de 1980 hemos tenido jornadas de trabajo de 8 horas diarias, seguro social, licencias por enfermedad, pago de horas extras, sindicatos que nos defendían, vacaciones pagadas, estabilidad laboral y considerábamos que el trabajo infantil y la esclavitud eran horrores del siglo XIX. En cambio los jóvenes hoy …

Comentaba con mi colega alemán Konrad Borst la desesperanza galopante que hoy percibimos en los peruanos, antes gentes alegres, simpáticas, reilonas que hasta cuando alan garcía (así, en minúsculas) destruyó nuestro país, entre apagones y bombas podían contarse un buen chiste, que siempre estaban dispuestas a celebrar y a festejar la vida y la amistad (recuerden si no las fiestas ‘de toque a toque’ durante la dictadura militar) pero que hoy ya perdieron la esperanza de que sus hijos tengan un futuro decente en nuestro país y poco a poco remplazan con el rictus del estrés y el pesimismo, las alegres líneas de la sonrisa y de la carcajada.

Comparábamos el fenómeno con lo que sucede en otras partes del globo y concluí en que los latinoamericanos y por mucho tiempo (en gran parte gracias a las ONGs) creímos que había esperanza de mejorar y que nuestros hijos tendrían un futuro viable en nuestros países. Después de todo en algún sitio leí que “hace 500 años que América Latina tiene un gran futuro”.

Los africanos, más sabios y experimentados que nosotros, ya sufrieron en carne propia la explotación radical: El primer mundo les robó y agotó todos sus recursos, los dejó sin comida, sin educación, con SIDA y sin esperanza. Entonces los africanos se dedicaron a estirar la mano y mendigar mientras su esperanza de vida se reduce a grandes trancos y se les considera oficialmente el ‘continente perdido’.

Los habitantes de la India, todavía más sabios que los africanos, comprendieron que el juego de Inglaterra y las otras potencias había consistido en enfrentar a los pobres entre sí mientras los explotaban y los saqueaban a todos por igual; comprendieron que estirar la mano tampoco sirve de nada y optan por la autodestrucción.

El resultado que el primer mundo espera es lógicamente que lo dejen dueño de los recursos ecológicos que tanto exigen que cuidemos para ellos, pero adecuadamente despoblados para evitarles mayores inversiones en matanzas, bombardeos y ‘no-guerras’.

Al fin de cuentas esta probable guerra nuclear o suicidio masivo a los Indios quizás no les resulte tan atroz, ellos creen en la reencarnación, pero los que no creemos en nada estamos jodidos.

Y como pueden apreciar yo misma compruebo que esta enorme desazón, esta injusticia social tan agravante e insolente me sume en un pozo de angustia y lo primero que brota de mis labios es esa tremenda lisura.

¡Cómo será la patología de grave que ahora casi todas las mujeres incluyen varias lisuras en cada frase que pronuncian, cuando –según los siquiatras- la coprolalia es un problema tres o cuatro veces más frecuente en los hombres!

Porque una cosa es decir una buena lisura en el contexto y en el momento precisos y otra muy distinta es usarla en forma compulsiva y casi permanente.

El primer caso lo ejemplifica deliciosamente mi entrañable Ricardo Palma, que tímidamente ocultó por muchos años sus Tradiciones en Salsa Verde y quien al enviarlas a su amigo Carlos Basadre le dice: “le mando mis Tradiciones en Salsa Verde, confiando en que tendrá usted la discreción de no consentir que sean leídas por gente mojigata, que se escandaliza no con las acciones malas sino con las palabras crudas. La moral no reside en la epidermis.

Mil cordialidades. Su viejo amigo

El Tradicionalista

Lima, Febrero de 1904”

 

Haz clic para acceder a Palma_Ricardo-Tradiciones%20en%20Salsa%20Verde.pdf

Y recuerdo que en mi infancia, cuando mis padres salían y me quedaba sola en casa con mi abuelita, los temores de la noche me impedían dormir y mi abuelita Julia con su lamparita de noche prendida y sus risitas apagadas me invitaban cálidamente a refugiarme en su cuarto. Cuando echada entre ella y su libro yo fingía dormir, en verdad lo que hacía era leer estas traviesas tradiciones que por ello tienen para mí un doble valor: literario y sentimental.

Y por eso les recomiendo leer esa pícara Tradición

Otra cosa es la lisura en la obra de Arturo Pérez Reverte, otro de mis autores preferidos. Disfruté de su epopeya histórica y trágico-cómica La Sombra del Águila y de sus magistrales novelas La Tabla de Flandes, La Piel del Tambor, el Club Dumas y el Maestro de Esgrima, un poco menos me gustaron Alatriste y sus secuelas, aunque no dejo de reconocer en ellas un acucioso trabajo de investigación histórica y un sentido genuino de la aventura.

Sin embargo cuando empecé a leer Patente de Corso me sentí culturalmente golpeada por la procacidad de su lenguaje. Leyendo bien sus escritos comprendí que Arturo Pérez Reverte también ha sido afectado por el trauma de la violencia, de la injusticia y la muerte que ha presenciado tantos años como corresponsal de guerra. Por eso lo disculpé, poco a poco fui disfrutando sus exabruptos y sus lisuras me ha hecho reír a gritos – lo cual le agradezco mucho – y por si fuera poco con un texto magistral me ha educado en el uso y comprensión del terminejo que también Palma menciona: los cojones. Por eso se los presento, como un homenaje a grandes autores, con sensibilidad suficiente para amar y sufrir con sus pueblos. Si el uno rescata sus lisuras para la historia, el otro es genial aunque sea coprolálico.

http://www.prisaediciones.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/200804/primeras-paginas-patente-corso.pdf (sugiero leerlos todos pero los que atañen al tema y la terminología provocadora están en las pags 472 y 527

Después de Patente de Corso no me queda más remedio que leer el provocativo libro Con Ánimo de Ofender de este gran autor español.

Y ¿qué haremos con la coprolalia? Como dice el refrán: Muerto el Perro se Acaba la Rabia.

Yolanda Sala                                                                                                                                                                Bélgica setiembre 2002


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Las marineras peruanas – evocaciones

LA MARINERA

DANZA NACIONAL DEL PERU

La marinera es baile de amor, de conquista, de pareja. En las distintas regiones del Perú se baila con poesía imitando a la naturaleza en el juego amoroso de distintos animales. En la zona más norteña se le llama TONDERO y evoca el cortejo del gallo y la gallina. La china chola y su cholo lo bailan con el pie al suelo y es un primor verla a ella con su estola de hilo fino, desplegándola cual alas en torno a su conquistador que imita con pies muy ágiles al gallo con su espolón.

Bajando de Piura, en Trujillo, la marinera se viste de encajes y de finas jipi japas. Ella se viste de reina toda blondas, toda plata y sin zapatos. Él calza botas de cuero, un blanco sombrero de paja y un fino poncho de lino. Al galope o al amblar imita el paso de ese sueño hecho realidad: el bello caballo de paso peruano. Con su sombrero oculta el pícaro robo de un beso a su pareja mientras ella con sus pies levanta polvo de estrellas. Es un baile que sale del campo y entra por la puerta grande a los salones del norte.

Al sur de Lima la marinera se tiñe de negra sensualidad y requiebro. En Ica, Nazca y en Chincha el baile de conquista se embellece con el ritmo negro peruano. Se ondulan cadera y hombros, se recorta la distancia y con pie al suelo o zapatos se sacan chispas del suelo.

En la sierra la marinera se sonroja y se vuelve más ingenua, tímida y elegante, se vuelve muy detallosa y se baila con botitas y mantones. El hombre usa chaleco, terno, sombrero y hasta mantón de Manila para enamorar con mucha delicadeza a la mujer con quien baila. Suele rematarse en una fuga de huayno.

Pero cuando la marinera entra a Lima recupera su insolencia, se vuelve atrevida y se baila de dos formas: la marinera de Lima, de salón, con tacos altos y con hombres elegantes. Es el cortejo del gallo y la gallina en muy pocos metros de espacio. El pañuelo desafía, el traje corto ceñido ensalza las pantorrillas y el hombre en traje de calle hace requiebros y galas.

En cambio la popular es la marinera de barrio. La que comienza espontánea, cuando alguien con un cajón de madera en una esquina, una entusiasta guitarra, una cajita con tapa y alguno con las cucharas, improvisan una orquesta. Y van saliendo a bailar los vecinos y no falta un galán que desafíe a una moza y ésta es mi favorita: la marinera de barrio, la marinera de Lima.

En Trujillo, al norte de Lima, se celebra el campeonato nacional de marinera norteña. Emociona ver parejas provenientes de todo el país, y de las numerosas colonias de peruanos que dejaron su patria por la crisis, la inflación y el terrorismo. Participan bailarines en todas las categorías, de todas las edades, van a concursar por amor a una danza de amor.

Pero me temo que la globalización que banaliza, estandariza y denigra las expresiones culturales ya golpeó a la marinera. Me parece que hay en los campeonatos un abuso de coreografías grupales, tipo Bollywood, que en mi opinión desvirtúa la esencia de nuestra danza nacional. Me choca ver  bailar marinera a hombres con hombres y a mujeres con mujeres. La marinera es la danza de amor de una  pareja, al menos así siempre lo entendí yo. ¿O será que en esta era postmoderna la marinera se convierte en una danza de amor para swingers?

Marzo 2014


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Reflexiones sobre las Mujeres, para mi hija y otras hijas

LAS MUJERES

Reflexiones para mi hija

Hace unos dos millones de años en nuestro planeta aparecieron seres humanos muy parecidos a nosotros, un millón y medio de años después pudieron caminar más erguidos, sus cráneos cambiaron un poco, pero básicamente, esos seres eran iguales a nosotros.

Al comienzo los hombres cazaban grandes animales, y cazaban en grupos para tener más posibilidades de conseguir comida. Así aprendieron los hombres a trabajar juntos y a hacer una sola cosa, pero hacerla bien.

Las mujeres se quedaban cuidando a los niños y en cuanto el animal había sido cazado, ellas ayudaban a quitarle la piel, a arrancarle la carne y lo arrastraban hasta el lugar donde vivían, generalmente alguna cueva.

Cuando los hombres iban a cazar, las mujeres no se quedaban ociosas, ellas exploraban los alrededores de su cueva, buscaban y experimentaban con las plantas y frutas. Descubrieron cuáles se podían comer, cuáles podían usarse para curar algunas heridas, con cuáles se podían lavar.

Cuando el ser humano descubrió el fuego, las mujeres fueron las responsables de mantenerlo vivo siempre y ellas tuvieron la idea de cocinar la carne para que durara más tiempo.

Con el fuego ahuyentaron a otros animales, se abrigaron y se reunían para conversar.

Las mujeres aprendieron a hacer muchas cosas a la vez y a hacerlas bien. Aprendieron que si entre ellas se contaban lo que habían descubierto todas aprendían más.

Los hombres, durante miles de años se acostumbraron a matar para comer, a trabajar en grupo, a no preocuparse de los sentimientos de los demás, a hacer bien una sola cosa y se acostumbraron a que en cada cacería podía morir uno o varios hombres.

Las mujeres durante miles de años se acostumbraron a estudiar lo que las rodeaba para vivir, a compartir todo lo que sabían, a cuidar la vida de sus hijos y de su grupo, sufrían mucho cuando moría algún miembro de su grupo.

Los seres humanos se alimentaban sobre todo de los animales que cazaban y si estos animales iban a otros lugares para alimentarse, las personas los seguían. Entonces nunca se quedaban en una sola cueva por mucho tiempo, siempre estaban viajando y conociendo otros lugares. Pero hasta que aprendían las nuevas plantas y los nuevos lugares seguros, muchas personas morían de hambre, comidos por otros animales, envenenados por nuevas plantas.

Las mujeres se dieron cuenta de que había plantas útiles, como el algodón, el maíz, las frutas y cuando tenían que dejar un lugar conocido, a veces se llevaban estas plantas con ellas. Alguna mujer un día sembró una de estas plantas y descubrió la agricultura.

Gracias a ella, ya no era tan necesario ir detrás de los animales, porque si sembraban bastante fruta, podían comer todos los días, sin tener que ir a cazar los grandes animales a lugares muy lejanos.

Entonces, como las mujeres conocían las plantas, ellas eran las que gobernaban los grupos humanos. Ellas tenían hijos de muchos hombres, porque muchas veces sus esposos morían en la caza y ellas tenían hijos de otros. Lo importante no era quién era el padre, sino que en todos los grupos siempre hubiera personas de distintas edades y que hubiera muchos niños. La mayoría de los niños morían antes de cumplir un año, las personas más ancianas tenían 30 años, si vivían más era como si ahora una persona llegara a los 150 años.

Las mujeres aprendieron a sembrar algodón y hacer telas, ya no necesitaban pieles de animales, aprendieron a usar el fuego y la tierra para hacer ollas y cocinar sus comidas sin que se quemaran directamente con el fuego. Aprendieron a usar plantas medicinales para que los niños no murieran cuando los picara una serpiente o les diera una gran fiebre. Cuando aprendieron bien cómo sembrar, les pidieron a los hombres que ya no cazaran lejos de casa, que más bien se quedaran para sembrar la tierra. Entonces fue posible que los seres humanos llegaran a perfeccionarse. Porque ya no tenían que estar aprendiendo todo de nuevo, cada vez que se iban a otros lugares en pos de los animales.

Posiblemente algún cazador trajo un día un animal herido y alguna mujer lo curó y entonces le dijo que la próxima vez trajera otros animales vivos. Así, se descubrió la ganadería. Cuando los seres humanos necesitaban comer carne ya no tenían que ir de caza, podían sacar un animal de su corral y comerlo y así siempre tendrían comida segura.

Luego los hombres se dieron cuenta de que las que mandaban eran las mujeres y ellos querían dominar. Querían sentir el mismo poder que sentían cuando dominaban a un animal enorme. Primero usaron los animales domesticados para que trabajaran para ellos. Los caballos y los burros aliviaron su trabajo.

Después ya no quisieron que su trabajo fuera de todos, ahora querían que lo que el hombre produjera fuera sólo para él y sus hijos, pero nadie sabía de quién eran los hijos. Todos eran de todos y todo era para todos.

Entonces les exigieron a las mujeres que ellas sólo tuvieran un esposo para que los hijos de un hombre heredaran lo de ese hombre. Así comenzó la propiedad privada y terminó el reino de las mujeres.

Luego a los hombres no les bastó con tener animales a su servicio. Las mujeres sólo debían cocinar para ellos en sus casas, sólo debían curarlos a ellos y a sus hijos, tejer sólo para ellos y sus hijos. Las llenaron de tantas tareas que ya ellas no podían ni siquiera conversar entre ellas.

Luego los hombres empezaron a hacer guerras contra otros hombres para robarles lo que otros tenían. Les robaban sus comidas, sus animales, sus armas y sus mujeres.

Después de cada guerra quedaban muchos prisioneros y los hombres los repartían como esclavos, después los cambiaban como productos o los explotaban hasta matarlos.

Muchas sociedades se hicieron ricas y poderosas porque vivían de los esclavos y haciendo guerras.

Pero los esclavos sufrían porque las familias eran vendidas a diferentes dueños, las madres separadas de sus hijos.

Una ciudad en Grecia tenía grandes soldados y todos los años hacían guerras contra otros pueblos para ganar más esclavos.

Las esposas sufrían porque los hombres se iban por un año y cuando regresaban de la guerra muchos esposos, hijos, padres habían muerto y las viudas quedaban tristes y abandonadas.

Entonces todas se pusieron de acuerdo y decidieron que ninguna de ellas tendría relaciones sexuales con su esposo hasta que ellos acabaran con las guerras. La mujer que reunió a las demás se llamaba LIZISTRATA y todas le hicieron caso. Así terminaron las guerras en esa ciudad de Grecia.

Los esclavos poco a poco llegaron a ser muchos más que los amos y en la época de los romanos ESPARTACO encabezó una guerra de los esclavos contra los amos. Esa guerra también se dio en muchos otros lugares y poco a poco desapareció la esclavitud.

Pero a los hombres les había gustado tener esclavos y abusar de las personas débiles. Entonces los señores que tenían tierras les ofrecían a los conquistados que les respetarían su libertad si ellos trabajaban sus tierras para el nuevo dueño. Así, si producían 10 sacos de papas, se podían quedar con 2 y el resto era para el señor FEUDAL. Las esposas de los siervos tenían que trabajar por turnos en las casas de los señores feudales, muchas como cocineras, otras como tejedoras, muchas eran violadas y tenían hijos de los señores feudales.

En esa época nadie sabía leer ni escribir, los únicos educados eran los sacerdotes y como ellos tenían el CONOCIMIENTO, tenían el PODER. La Iglesia era muy poderosa y temida.

Pero los siervos no quisieron vivir así por mucho tiempo. Casi 600 años pasaron y los siervos se comenzaron a escapar de las tierras y fundaron pueblos de artesanos. Los señores feudales tenían que ir a esos BURGOS a comprar lo que necesitaban y así se empezó a formar una nueva sociedad.

Los burgueses eran estos artesanos que se transmitían los conocimientos, PERO SOLO DE PADRE A HIJO, nunca a las hijas. Las hijas y esposas eran como esclavas y sólo se limitaban a las tareas del hogar más pesadas como traer leña, traer agua y nunca aprendían nada. Cuando una hija se casaba el padre pagaba una dote al hombre que la «compraba».

A fines de los 1800 se descubrió el vapor y los motores, los trabajos de los artesanos se podían hacer con mucho menos gente y producir muchos más productos. Esto a los hombres les encantó. Comenzaron las primeras fábricas y ¿a quiénes creen que contrataban para trabajar?

A mujeres y a niños, que trabajaban 15 a 18 horas al día por sueldos de hambre, morían asfixiados, hambrientos, muchas veces quemados y a nadie le importaba.

Algunos escritores se enteraron y empezaron una campaña en sus libros denunciando estos crímenes. Recién entonces se empezaron a preocupar las autoridades y a dar leyes para proteger a los niños.

Todavía la mujer era como un objeto, no aprendía a leer, no podía votar, no podía hablar si no le hablaban antes. Sólo servía para tener los hijos que el marido quisiera tener y todos abusaban de ella .

En este siglo, las mujeres empiezan a luchar por aprender a leer y escribir, muchas murieron y muchas más fueron objeto de burlas y de ataques. Ellas sólo querían aprender a leer y escribir. Pero esa lucha fue muy dura.

Gracias a las valientes mujeres que murieron y que sufrieron hoy día nosotras tenemos educación, podemos ir a la universidad, podemos tener trabajos bien pagados. Ya no tenemos que ser esclavas de nadie.

Pero nunca debemos olvidar cómo perdimos nuestra libertad, cómo la estamos recuperando y lo poquito que se necesita para que la volvamos a perder.

Los hombres no se quedaron nada contentos con las conquistas de las mujeres. Ellos quieren tener más poder, dominar, ser los machos, los cazadores y ahora la mujer ya no se deja dominar.

¿Qué hace el hombre ahora para tratar de regresar a las mujeres a la esclavitud?

Se vale de la pornografía y del sexo, trata de humillar a las mujeres, dejarlas sin alma, sin espíritu para poderlas regresar a la cocina y a la ignorancia.

EL CUERPO Y EL ALMA

Porque todos los seres humanos tenemos dos partes: cuerpo y alma.
El cuerpo lo alimentamos, le damos de beber, lo curamos, lo vestimos para protegerlo del clima.

Ustedes, adolescentes, son ahora como unas flores que empiezan a salir de sus capullos y a brillar con su gran belleza.

Pero aparte de sus lindos rostros y hermosos cuerpos ustedes tienen algo mucho más importante.

SU ALMA.

Lo que hace que dos personas exactamente iguales sean diferentes. Que a ti te asuste lo que a ella no le molesta.

Esa alma también se alimenta, con ideas, con cariño, con respeto, con amor.

Se le da de beber amor con los ejemplos, las lecciones, sabiendo que siempre están tus padres y abuelos para protegerte, que eres un ser valioso y bueno para todos.

Se le da calor con los conocimientos que te dan en tu hogar, en la escuela, en la universidad. Para que sepas que tu alma es grande y maravillosa y merece respeto.

Las curamos cuando sufren y las consolamos, les enseñamos a reír y a compartir.

Si viene una persona y te hiere el cuerpo con un cuchillo ¿es malo?

Si viene una persona y te hiere con las palabras y te ofende en tu alma ¿es malo?

Cuando a una mujer le maltratan el alma, la hacen que se sienta como una basura y sólo le queda la vergüenza.

Por eso las mujeres con el alma maltratada fácilmente caen en las drogas, el alcohol, la prostitución.

Y los hombres ahora usan a esas mujeres para que nosotros las sigamos como modelos.

Las prostitutas, con poca o ninguna ropa, que se dejan maltratar y abusar por los hombres, son las modelos, Madona es el modelo de las cantantes y los hombres quieren que nosotras las imitemos para así dominarnos otra vez.

Pero nosotras no podemos dejar que nos quiten todo lo que otras cientos de mujeres nos han dejado como herencia, con mucho dolor y sufrimiento.

Tenemos que defender nuestra libertad.

Pero nosotras no somos agresivas, no podemos matar, no sabemos luchar físicamente. No estamos acostumbradas a eso. Estamos acostumbradas a dar y proteger la vida, no a maltratarla.

Entonces nuestra mejor arma de defensa es recordar que sabemos hacer muchas cosas bien, que sabemos compartir entre nosotras, que juntas somos fuertes, que podemos hacer que una sociedad viva sin odios y sin guerras.

Ustedes ahora, en este verano, enfrentan un grupo de muchachos que toma su valor de la manada, como los cazadores antiguos.

A ellos no les interesan los sentimientos de ustedes, como tampoco les interesaron a los cazadores los sentimientos de los animales que cazaban. Sólo querían dominarlos.

Entonces ellos tratan de ofenderlas y atacarlas en su espíritu porque si las ofenden en sus cuerpos ustedes pueden ir donde sus papás y ellos terminarán mal parados.

Si ustedes aceptan el mal trato de sus espíritus, pronto ellos tendrán la cobardía necesaria para atacar los cuerpos de ustedes.

Ustedes tienen que impedir eso AHORA. La mejor forma de hacerlo es UNIDAS. Ustedes no se juntan ni alternan ni juegan con ellos NUNCA MAS a menos que ellos cambien su conducta. Si ellos, cualquiera de ellos vuelve a ofenderlas aunque sea con una mala palabra, TODAS USTEDES se retiran y NUNCA MAS vuelven a dirigirles la palabra. Así ustedes disfrutarán de un verano feliz, sin humillaciones, sus espíritus crecerán tan hermosos como sus cuerpos y ustedes habrán aprendido una valiosa lección que a su vez están obligadas a compartir con sus amigas, hermanas, primas y, cuando se casen y tengan sus hijas, también a sus hijas y nietas.

Porque todas somos mujeres y las mujeres tenemos una deuda con todas las mujeres.

Lima, 1990