UN HOMENAJE A LA AMISTAD
Alfredo Torero nos dice en su despedida: “alguna vez soñamos con un mundo donde el hombre pudiera aprovechar el desarrollo de la tecnología para aliviar sus tareas físicas y disponer de más tiempo libre. Creímos que las horas liberadas le permitirían reforzar su vida familiar, dedicarse a adquirir mayores conocimientos, crear obras artísticas y construir un mundo mejor”.
Con su habitual lucidez reconoce que las luchas que abrazaron los de su generación desde los años 50 y 60 parecieron acercarse al logro de estos sueños en las décadas del 70 y hasta el 80. Pero el imperialismo resultó más poderoso y su codicia con su hermana la avaricia derrumbaron en muchos esa ilusión.
Hoy presenciamos, como en una película de horror, que se vienen cumpliendo las apocalípticas predicciones literarias: un mundo de seres aislados y enajenados por la televisión (Fahrenheit 451 de Ray Bradbury), groseramente engañados y estridentemente denigrados por los medios, espiados por los gobiernos y abusados por las empresas (1984 de George Orwell) y cada vez más sumisos y anestesiados, creyéndose destinados a vivir eternamente jóvenes sin más obligaciones que consumir, triunfar a expensas de todos y no pensar (Un Mundo Feliz de Aldous Huxley).
Felizmente en este pozo negro entran luces de tanto en tanto. Y la amistad es uno de sus faros.
Para mí ese faro fue la amistad de Alfredo Torero y Roberto Cedrés en el exilio.
Durante los doce años que vivió Torero en Holanda se forjó una relación fraterna entre un uruguayo polifacético, luchador y creativo, autodidacta y aguerrido, con un peruano igualmente luchador y aguerrido que se entregó con similar pasión a la ciencia y a la política.
Cuando Alfredo Torero llegó a Holanda fue Roberto Cedrés quien lo orientó, lo reubicó en una casa de un solo piso, le proporcionó los equipos para comunicarse, de segunda mano pero en buen estado, y sobre todo, le brindó afecto y compañía.
Roberto en su programa dominical Entre Tango y Tango fustigó a multinacionales y políticos corruptos sin temor ni diplomacia, denunció las jugarretas de los medios y el entreguismo de nuestros gobiernos y no se dejó censurar por nadie.
Matizaba sus denuncias con preciosas melodías del recuerdo – boleros, tangos y a veces valses y pasillos – con anécdotas políticas, cuentos de Luis Landriscina o canciones de Sabina. Los domingos de 5 a 7 de la tarde, eran para Alfredo sagrados y sus críticas las atesoraba Roberto pues mejoraban su ameno programa.
Roberto hizo un programa testimonial extraordinario sobre el Uruguay anterior a la liberalización, compartía sus relatos sobre viajes y personajes, leía cuentos y poemas de otros autores, los musicalizaba, etc.
De las conversaciones de dos coetáneos (un rioplatense de vena musical, amante del jazz, del tango y del folklore, la fotografía y la política y un peruano de vena poética, prestigio académico, conducta revolucionaria y hablar calmo) surgió una recíproca admiración y la afortunada decisión de dejarnos un legado.
Roberto Cedrés filmó durante dos años a Alfredo Torero, para que él nos narrara su vida y su obra y para atacar la amnesia que asola a la humanidad en este milenio.
Roberto editó su grabación de 6 horas y produjo una cinta de hora y media. La intención original era hacerla llegar a los estudiantes de San Marcos para que se apropien de su historia, la enarbolen y la retomen con el coraje y la solidaridad que siempre caracterizaron a esa universidad y a sus alumnos y profesores.
La cinta es conmovedora por el análisis que hace Torero sobre nuestro país y nuestra historia, pero lo es sobre todo porque al final Alfredo Torero, que sabe que su muerte es inminente, se despide de nosotros. Falleció el 19 de junio de 2004.
Alfredo enfrentó la muerte con el mismo valor y la misma entereza que desarrolló su vida y su obra científica. Hasta el final su mente estuvo en San Marcos y pidió que sus libros se donaran a nuestra universidad.
Recogimos las cajas con sus libros de Ámsterdam y las entregamos a la embajada peruana en Bruselas para que se enviaran a Lima. El apoyo del embajador Urrutia fue invalorable en estas gestiones. Sin embargo, por decisión de los herederos legales de Alfredo, esos libros están en el hogar de sus hijos.
Roberto Cedrés quería venir a Lima a presentar su video en San Marcos y cumplir así con la voluntad de su mejor amigo. La organización Solidaridad Latino en Bélgica reunió los fondos para ese viaje pero el rector de San Marcos, entonces Manuel Burga, no autorizó el homenaje que se le estaba organizando a Alfredo Torero.
El viaje de Cedrés se canceló y la película quedó en Holanda desde el año 2005. Roberto preparó entonces un inolvidable programa radial de homenaje en el primer aniversario del fallecimiento de Alfredo Torero y, con el fondo de quenas y zampoñas, difundió la despedida de Alfredo. En ese programa Roberto lamentó ver tanta envidia y tanto miedo en nuestro país; no comprendía cómo un hombre de la inmensa talla moral y académica de Torero podía ser maltratado en una universidad de trayectoria contestataria y valiente.
Yo regresé a mi país en el 2010 y en mayo de 2011 me llegó un correo de Uruguay. El sobrino de Roberto, Gustavo Cedrés Abella, me informaba que su tío me quería hacer llegar la filmación.
Retomé el contacto con Roberto y fue así que me enteré de que se hallaba enfermo de cáncer.
Roberto me encargó entonces que hiciera lo posible porque su película no fuera también exiliada y al recibirla me dirigí a los únicos que podían convertir esta muestra de amistad en un gran documental que trascienda el miedo y aplaste a la envidia.
Federico García y Pilar Roca estuvieron a la altura de la tarea y rompiendo records de tiempo, calidad y economía de costos, convirtieron el testimonio fílmico en una obra de arte. Este documental alterna la difusión científica de la trascendental obra de Torero con la trayectoria política que Torero mismo nos narra, en un contrapunto siempre ágil que constituye un ejemplo de profesionalismo y ternura. El cariño que Fico y Pilar le pusieron a esta obra los enaltece.
La primera versión del documental se estrenó el jueves 25 de agosto del 2011 en el XVII Congreso Peruano del Hombre y la Cultura Andina y Amazónica, que llevó el nombre de Alfredo Torero Fernández de Córdoba y que se realizó en Huacho, ciudad natal del eminente lingüista.
Cabe destacar el empeño especial del presidente de la comisión organizadora, doctor Filomeno Zubieta Núñez, que además asumió la tarea de publicar un compendio de artículos de Alfredo Torero para proteger y difundir su legado lingüístico.
Cuando estábamos por enviarle la película a Roberto Cedrés recibí de su sobrino la triste noticia: Roberto había fallecido en Ámsterdam pocos días después, el 31 de agosto.
El viernes 9 de setiembre del 2011 se presentó en la Casona de la Universidad de San Marcos la versión corregida del documental con la asistencia de más de 100 personas, entre ellas varios de los entrevistados en el film y otros distinguidos concurrentes.
La película está en
Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=WsQO2vhJNv8
Desde entonces venimos recibiendo noticias muy gratas de otros países y universidades, exalumnos, familiares, amigos, colegas de Alfredo Torero que nos piden la película y que organizan homenajes y reuniones para mantener siempre vivo el pensamiento de Alfredo y demostrarnos a todos que fue una vida que mereció vivirse, un ejemplo que amerita seguirse, una luz que no debe apagarse.
Así como tampoco debe apagarse el faro de la esperanza porque lo enciende la fraternal amistad de un uruguayo exiliado y un exiliado peruano.
¡Salud a la amistad de Alfredo Torero y Roberto Cedrés!
Lima, 15 de setiembre de 2011 Yolanda Sala Báez