La Narradora

Relatos y artículos por Yolanda Sala


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LA JERGA SOCIOLÓGICA Y POLÍTICA

LA JERGA SOCIOLÓGICA Y POLÍTICA

Quienes traducimos seguramente hemos notado con interés las distintas frases que se ponen de moda entre los intelectuales peruanos.

En la época republicana los segmentos raciales del virreinato se fusionaron en el concepto de «pueblo». En el movimiento independentista los pueblos de indios y de esclavos se mezclaron y en la lucha libertaria surgieron “montoneras” y “patriadas”. Contra la corrupción del caudillismo el pueblo se rebeló y manifestó su disgusto con asonadas y cierra puertas.

A nivel mundial la revolución rusa parió el reconocimiento de “las masas» que en todo el mundo participaron en insurrecciones,  entre las más próximas a nosotros: México, Bolivia, Cuba, Nicaragua, etc.

En el Perú, en la etapa de reformas estructurales del gobierno militar del General Juan Velasco Alvarado, las masas se convirtieron en «las grandes mayorías», y los programas del Estado aspiraban a tener una «ancha base [social]».

Con el regreso a la democracia se desmontaron las reformas, el socialismo dejó de estar de moda y las masas con su ancha base se comprimieron en la jerga de los proyectos sociales. La nueva denominación para la población mayoritaria era «la colectividad» y, paulatinamente en los eventos internacionales quedó como un «colectivo», en singular.

Cuando en plena crisis de los 80 las mujeres del pueblo salieron al frente de la lucha se empezó a hablar cautamente de las organizaciones «de base» y, sobriamente en los 90 Fujimori convirtió al pueblo en «los perwanos».

En el nuevo milenio, con el surgimiento de innumerables ONGs, financiadas por los países del primer mundo, se impuso una nueva jerga de interesante evolución.  Los primeros proyectos presentados a las fundaciones extranjeras para obtener financiamiento tenían objetivos sociales y prioritarios, alcanzables mediante acciones muy definidas.  Pero también en sus términos las modas fueron variando.

Para amortiguar evaluaciones negativas sobre el logro de los objetivos señalados en los proyectos, ya no se decía que “los objetivos se cumplirán” sino que «se desplegarán esfuerzos para alcanzar», después se difuminaron un poco más y se decía que  «se procurará»; luego simplemente se «apuntaba al logro» y como esto todavía implicaba una determinada exigencia de destreza [o puntería], los objetivos se elevaron al limbo del azar pues «se apostaba al logro» y bajaron al transitorio «pasarán por» para finalmente quedarse en una ajena e impersonal «lectura».

Pero creo que lo más preocupante fue la creciente y progresiva separación entre los organismos de ayuda y aquellos a quienes pretendían ayudar, con ellos primero se “identificaban plenamente”, para luego pasar a “apoyarlos en sus esfuerzos de auto-ayuda”, y a los cuales ahora solamente “acompañan”.

Los pobres, que habían tenido “participación plena” en proyectos solidarios, pasaron a ser “poblaciones objetivo”, después los llamaron “beneficiarios”, con la política neoliberal los bautizaron “clientes” y los planes que habían sido “planes de desarrollo”, y por un tiempo “planes de lucha contra la pobreza” se volvieron “planes de negocios”.

En esta etapa del segundo milenio, el mundo se ha sometido por completo a las grandes corporaciones internacionales. A pesar de conservar los mismos objetivos que ya en 1908 describía claramente Jack London, en su visionario libro Talón de Acero, es decir: ganar más dinero a cualquier costo, las corporaciones se han sofisticado un poco y apelan a su eterna aliada, la religión, para uncirse a sí mismas calificativos místicos.

No hay empresa hoy en día, grande, mediana o pequeña, que no tenga su Visión (¿profética?) y su Misión (¿sagrada?) y no falta alguna que tiene una (¿santísima?) Trinidad de productos.

En los años 80 se hablaba de compañías, empresas, o firmas y cuando la Thatcher y sus secuaces académicos de Harvard y otros menos académicos  como Pinochet “liberalizaron” el mercado (como si alguna vez hubiera estado esclavizado) se empezó a hablar de los Grupos que fueron formándose gracias a estrategias “creativas” que consistían en absorber a las empresas pequeñas para las que crearon el término de PYMES.

A las enormes empresas se les llamó Corporaciones (traduciendo cada vez con menor esfuerzo los términos del idioma inglés) tal vez en un intento de asociarlas con la imagen aún romántica de aquellos primeros gremios de artesanos que huyendo de los señores feudales se asentaron en los burgos y se protegían en sus corporaciones.

Cuando las Corporaciones modernas empezaron a ver que los esfuerzos de los pequeños empresarios autoexplotados daban buenos resultados les aplicaron el nombre de Emprendimientos y los obligaron a gastar muchos miles de dólares en Certificarse, que no es otra cosa que uniformizarlas para que sean más fácilmente devorados por las grandes Corporaciones. No contentos con ello, las Corporaciones se convirtieron en personas con más derechos jurídicos que los simples seres humanos.

Pero como durante los años 80 nos habían bombardeado con el concepto de que todo Monopolio (sobre todo el estatal) era maligno, hoy  denominan “ejemplo exitoso de integración vertical” a las 147 empresas que dominan el mundo. https://www.youtube.com/watch?v=Rue2-g5F82U

Su enfoque ya no es satisfacer al cliente (aunque pasó por una graciosa racha en que sólo faltaba decir que buscaban el orgasmo del cliente).  Nadie da la cara, jóvenes enganchados en call centers, estresados y mal pagados son el único puente entre las corporaciones y el público. Ahora lo único que importa es tener contentos a los accionistas, ahorrar costos y vender más. Para ello se reduce la plantilla a la cuarta parte, se reducen los sueldos y aumentan las jornadas de trabajo. Se exige fidelidad (¿la santa Fe?) de los trabajadores a la empresa aunque ésta de ninguna manera les puede ofrecer estabilidad alguna porque las misteriosas manipulaciones del (sagrado) mercado son las que deciden los avatares de todas las compañías.

El capitalismo salvaje que es realmente como debería llamársele, ha logrado su sueño. Regresa a las formas de trabajo que tenía hace casi 100 años. Retoma el trabajo esclavo, el forzado y el infantil y cuando se le denuncia se rasga las vestiduras. Como los dueños de las grandes corporaciones son socios del monopolio de los medios de comunicación nos saturan con el cuento de la Responsabilidad Social de las Corporaciones, hacen donaciones a un par de obras de caridad, si es con un una campaña sico-social (vale decir: concierto de rock, chicas semi desnudas y muchas luces), tanto mejor, se agencian alguna etiqueta ecológica o de comercio justo y mandan a un equipo de escritores inspirados a que les redacten un Código de Conducta (sus supuestos “mandamientos”) que enmarcan y colocan en lugares visibles de sus fábricas; poco importa que sus trabajadores no los puedan leer porque están en inglés. https://www.youtube.com/watch?v=_H1YiG2Wj_8

Además los accionistas han logrado ser exonerados de impuestos que en cambio los pobres sí deben pagar (porque como dijera algún presidente latinoamericano: los pobres tienen que pagar la deuda externa 1) porque son muchos más y 2) porque están acostumbrados).

Y así vivimos, sometidos a los designios de invisibles CEOs, ahogándonos en un mar de siglas, equipos descartables y alimentos envenenados que nos producen enfermedades que los laboratorios, dirigidos por los mismos CEOs supuestamente nos curarán en los modernos servicios de salud que se han privatizado para volverlos más eficientes y sólo son accesibles a los ricos o los temporalmente empleados.

Y no hablaré de las crisis bancarias, los OTCs, ETDs, subprime, etc. que se producen ahora con regularidad, les roban sus ahorros y su vivienda a los consumidores (que es como se nos considera hoy por hoy) y amenazan con declararse en una quiebra, que produciría la muerte de este sistema económico. Los Estados, cuyos políticos están en la nómina de esas corporaciones, rápidamente aprueban el “rescate” de los mafiosos, dedicándoles el dinero pagado por los trabajadores y entre campeonatos de fútbol, concursos, campañas mediáticas sobre inseguridad ciudadana, nalgómetros y chismes de pacotilla entre otros elementos sicosociales,  sigue el circo.

Hasta que suene el reloj despertador de las masas.