La Narradora

Relatos y artículos por Yolanda Sala


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LOS QUE MUEVEN FELICES LA COLA

LOS QUE MUEVEN FELICES LA COLA

—Encuentro alienante esa forma que tienen ustedes de hablar sobre sus perros como si fuesen personas  —estalló mi colega Denis.

—Supongo que tú no has crecido con mascotas —respondí.

Denis tenía un carácter muy inestable, podía ser encantador, un excelente compañero en la cabina de interpretación y muy ameno en las pausas. Pero algunos días andaba coronado con una nube negra y atacaba a mansalva.

Hoy era uno de esos días.

Se acomodó la corbata y carraspeando repuso —Te equivocas, crecimos con dos perros Poodle enanos.

— ¿Y tu mamá les prestaba más atención a los perros que a ti?

— ¡Que a nosotros! Éramos tres hijos pero ella sólo tenía ojos para los perros.

— ¿Tu mamá trabajaba? —le pregunté.

—Sí, enviudó cuando mi hermana menor tenía cinco años y yo siete. Fueron épocas muy duras pero nunca nos faltó nada…

— ¿Nada o nada material?

Agachó la cabeza.

—Cuéntame Denis —le dije —para eso estamos los amigos.

—Mi papá no fue el mejor esposo del mundo. Mamá lloraba mucho. Cuando él murió mis hermanos y yo creímos que ahora sí ella estaría contenta y haríamos las cosas que hacían nuestros primos y amigos con sus padres.

— ¿Qué cosas? —quise saber.

—Ir de picnic, a la playa, al zoológico…

—Pero no fue así…

—No, lo primero que hizo fue buscar empleo y lo consiguió. Unos meses después llegó a casa con los dos perros.

— “Se los he comprado para que se acompañen y se cuiden mutuamente” fueron sus palabras.

—Cuando llegaron ¿eran cachorritos?

—Sí, eran muy bonitos y muy graciosos.

— ¿Cuándo dejaron ustedes de querer a los perros?

—Cuando mi mamá empezó a darles más ternura a ellos que a nosotros.

Reconocí los celos que Denis describía porque yo también los provocaba con Hawkercito, mi Yorkshire Terrier. También lo hacía mi hermana Armida con su Junior y mis sobrinos lo detestaban.

Admito que a veces repetimos conductas y errores, sin mala intención pero con malas consecuencias.

Traté de explicarle a Denis que es muy duro ser “mamá soltera”. Por ser mujer tienes que trabajar más intensamente que tus colegas varones y por menos sueldo. Tienes que estar bien vestida, maquillada, y sonriente. Además, cuando termina tu jornada laboral, tienes que ocuparte de tareas, loncheras, uniformes, útiles, movilidad, comidas, ropa, compras, pago de cuentas, preparar todo para todos para el día siguiente.

Cuando llegas a tu casa ¿qué te espera? Un comité de hijos que reclaman dinero, jeans nuevos, permisos para ir a fiestas, convocatorias a reuniones de padres de familia, cita con la directora del colegio, dentista, visitas a familiares, revisión de las tareas. También tienes que escuchar sus quejas que para ellos son graves y que tienes que oír con atención porque implican a muchos personajes que confundes. Tienes que aconsejarlos, orientarlos, y muchas veces tienes que resondrarlos y castigarlos porque los chicos no pueden crecer sin límites. Necesitas días de 50 horas para cumplir con todas tus obligaciones. Cuando no puedes cumplirlas se desata un nubarrón sobre tu ánimo y  quieres pegar un grito de angustia y desesperación pero no puedes hacerlo delante de tus hijos.

Y entonces recibes una guirnalda de amor. Te ves convertida en diosa en dos ojos inmensos que brillan de alegría, tu voz convierte en mariposas las orejas de un ser que sintoniza contigo, tu mirada provoca ondulaciones en el cuerpo de una criatura de cuatro patas y una cola extrovertida te agradece tu presencia, la has hecho feliz con solo llegar a casa porque tú eres su diosa.

Los ojos de tu perro ríen, se tira al suelo de espaldas, te hace mil morisquetas para hacerte sonreír,  sólo quiere verte feliz y al exponer su corazón, dejando vulnerable su pecho descubierto, te está diciendo: ¡Confío en ti, por ti soy Feliz!

No te pide nada; es más: él sabe que tú estás cansada y necesitas amor, y te lo da incondicionalmente.

Denis me mira pensativo.

Interpreto su mirada.

Sonríe y mueve la cabeza:

—Ahora que me dices todo esto me doy cuenta de lo egoístas que somos los hijos…

Entonces le dije lo que esperaba oír:

—Los mejores son los perros de linaje mixto: padre chusco y madre callejera —Denis también sonrió.

—Llama a Rosemary nuestra colega de la cabina inglesa, pertenece a una organización que tiene un albergue para animales abandonados. —lo animé.

Al despedirse, la nube negra de Denis ya se había despejado, enderezó su espalda y al marcharse su paso era tan alegre que no me hubiera extrañado ver que le crecía una peluda cola y que la agitaba feliz.

Yolanda Sala Báez                                                17 de junio 2015