La Narradora

Relatos y artículos por Yolanda Sala

no firmó ningún Curaca Jefe de Partidas de Montoneras

¿ELECCIONES O LABERINTO HISTÓRICO?

3 comentarios

—¡Hola amiga, a los tiempos! —me saludó jovialmente una compañera del colegio con quien no conversaba hacía muchas décadas. —Te llamo porque tenemos que discutir este asunto tan crítico de las elecciones. Tú siempre has sido muy activa y conoces a mucha gente. ¡Al toque tenemos que poner manos a la obra! —me conminó.

—Un momentito, ¡para el coche! —respondí, algo brusca —Yo ahora estoy en el siglo XIX y en plena campaña para reivindicar a Ninavilca.

—Y ése, ¿de qué partido es? No me suena su nombre,  ¿es algún cholo agitador y anti-minero?—preguntó sorprendida.

—Esto es algo complicado de explicar, pero lo intentaré. Tú y yo nos conocemos desde 1960 pero hace más de 30 años que no conversamos, así que déjame ponerte un poco al día. Yo no veo televisión desde 1980, para  mí la política es un circo y los políticos unos payasos, así que no pierdo mi tiempo con ellos.

—¿Pero cómo puedes vivir sin televisión? ¿sin telenovelas? ¿sin programas de opinión? ¡Vives desinformada!

—No lo creo, yo leo al menos 20 libros por mes, escucho por Internet programas de gente interesante que me pone al día, me cultiva, me abre los ojos y me educa, como el historiador argentino Felipe Pigna. Cuando quiero ver qué está pasando realmente, voy a las páginas web o a los blogs alternativos que sí muestran lo que está ocurriendo y ningún otro medio publica y que me recomienda mi hija. Y si quiero informarme de algo que considero importante y necesito una opinión veraz, informada y bien intencionada, hablo con mis numerosxs e inteligentes amigxs que leen, que investigan, que analizan con seriedad la situación, la critican valerosamente y merecen mi respeto.

—¡Mira, tú! Pero claro, además como eres intérprete, por tu trabajo, sabes mucho de lo que está pasando…

—Como intérprete descubrí que los medios deliberadamente desinforman. Yo traducía los acuerdos y las conferencias de prensa pero en las noticias comunicaban precisamente lo contrario de lo que había pasado y todo lo inventaban. Ahora ya no trabajo como intérprete. He retomado mi interés por la literatura y estoy enamorándome de la historia de mi país, de la verdadera historia.

—Eso suena muy romántico, pero ¡no te pases! No puedes vivir en el pasado.

—Y tú tampoco te pases, no  puedes vivir sumergida en la mentira.

—Pero la historia ya pasó y además es aburrida: puro nombre, fechas, guerras, ¿Qué ganas con eso?

—A ver si me puedo explicar: alguna vez leí que la historia es como un laberinto. Entras buscando un dato y con algo de dificultad descifras una clave que te conduce a un tesoro. Ese tesoro es un baúl que tiene muchas llaves, una para cada compartimento y los vas abriendo, uno por uno. Destapas hechos atroces, vergonzosos, repugnantes cometidos por aquellos a quienes la historia oficial ensalza y que además nos imponen como modelos. Les han hecho monumentos, y avenidas, plazas y hasta hay colegios que  llevan sus nombres. Es más: ¡muchos están en el panteón de los héroes y de los próceres! De pronto descorres una cortina y caminas por un pasadizo lóbrego, maloliente y oscuro, para que te desanimes, pero si persistes, desembocas en un jardín luminoso y ahí destellan nombres de personas que jamás has oído nombrar pero con quienes este país tiene una gigantesca deuda de gratitud. Sin embargo son, literalmente, NNs, nadie los conoce. Han sido suprimidos intencionalmente de la historia oficial. Los han borrado, los han eliminado en todo sentido, nombrarlos es pecado.

Una flecha te invita a recorrer otro sendero y asombrada participas en el cabildo abierto de 1821, donde te ves rodeada de los “notables” de Lima que proclaman con entusiastas gritos la libertad del Perú y juran lealtad a la bandera y a la independencia de la patria. Pero te sorprende que entre los asistentes al cabildo abierto no haya ni uno solo de los heroicos montoneros indígenas sin cuyo concurso esta independencia hubiera sido imposible.

Observas la pompa ceremoniosa que tanto place a los españoles y logras ver a don José de San Martín emocionado con el homenaje. Pero en cuanto el Protector del Perú sale de Lima, esos mismos patrióticos “notables” entran en tratos con los españoles para que el Perú regrese al seno de la madre  (más bien la madrastra) patria.

Y sin embargo en este cabildo y posteriormente entre las autoridades nombradas por San Martín y por Bolívar, destacan como prohombres: Riva Agüero, Torre Tagle, Hipólito Unánue y una larga lista de entreguistas y oportunistas de la misma calaña que sólo sirvieron a sus intereses particulares y no dudaron en hundir al país que los hizo ricos.

En una oscura galería avanzas a tientas y las yemas de tus dedos perciben el relieve de miles de nombres indígenas que jamás se leen en los textos escolares, porque los han borrado con cincel de la historia oficial.

Túpac Amaru fue la excepción y lo rescataron del olvido los militares por iniciativa del General Velasco Alvarado. Si los eternos dueños del Perú no se atrevieron a volverlo a enterrar, en el monte del olvido, fue porque Túpac Amaru fue derrotado y su gigantesco movimiento no triunfó, pero lograron convencernos de que sólo fue un movimiento reivindicativo regional y nunca permitieron que supiéramos la inmensa cobertura que tuvo en el continente y que perdura hasta hoy en mentes y corazones.

Si alumbras las paredes con una linterna rescatarás de la forzada amnesia los nombres de hombres increíbles, como aquellos 16 gendarmes heridos e internados en el hospital de Jauja, que en la guerra del Salitre, orquestada por Inglaterra y ejecutada por Chile, formaron el primer batallón de voluntarios decididos a expulsar al invasor. Por propia iniciativa, estos jóvenes lesionados en las batallas le dieron a su unidad de combate el nombre de “Los Convalecientes”, cuando se pusieron bajo las órdenes de Avelino Cáceres, para pelear en su guerra de resistencia contra los chilenos.

Mientras tanto, abandonando Lima, el presidente Mariano Ignacio Prado se llevaba el dinero a Europa para armar al país y en los 21 años que vivió en París no compró ni una pistola. Su sucesor fue remplazado por Piérola que se auto designó dictador y como solo era experto en provocar levantamientos y motines con matones, dirigió en forma inepta la estrategia militar, poniendo a políticos sin ninguna experiencia bélica como jefes de oficiales con reconocidos méritos castrenses. Por su soberbia Piérola se negó a autorizar al menos tres operativos que hubieran sido triunfos seguros y habrían librado al Perú de los invasores y esto lo han reconocido estrategas ecuatorianos, norteamericanos, ingleses y chilenos.

Otro renombrado personaje, el contralmirante Montero, se ganó con sus  vacilaciones la animadversión de varios jefes bolivianos y afrontó  la campaña de Tacna con desastrosos resultados. Los bolivianos se retiraron definitivamente de la guerra y Montero abandonó a la guarnición de Arica sin impartir ningún tipo de órdenes y la dejó a su suerte, condenándola al sacrificio.

Cuando vio que ya todo estaba perdido, el pintoresco Califa Piérola, salió furtivamente del Perú, con pasaporte chileno para tratar de vender Tarapacá a alguna potencia de Europa y así convertirnos en protectorado de una “nación civilizada”. Con Piérola se fugaron el general Buendía, el contralmirante Montero, el capitán de navío Aurelio García y García, entre otros.

Sin embargo Montero, para sorpresa de todos, reapareció en Chocas, nombrado jefe superior político y militar de los departamentos del norte; se llevó consigo gran cantidad de armamento que Cáceres le solicitaba angustiosamente pues sus tropas carecían de lo elemental; Montero nunca le envió nada a los que luchaban por la patria y no se disparó ni un solo tiro bajo sus órdenes. En Cajamarca un corresponsal del New York Herald encontró a Montero totalmente despreocupado de la guerra y más bien entretenido en novilladas, carreras de caballos, peleas de gallos y otros amenos pasatiempos.

Mientras tanto el “demócrata” García Calderón que pasó a la historia como un héroe civil por negarse a firmar con los chilenos un tratado con desmembramiento territorial, en realidad actuó de esa manera porque secretamente estaba procurando convertirnos en protectorado o colonia norteamericana y tenía casi convencido al secretario de estado de los EEUU de que sería un gran negocio para él en lo particular y para su país en general, tener  al Perú como una colonia yanqui en pleno centro de Sudamérica.

Y no menciono por su nombre a los hacendados peruanos del valle del Mantaro que agasajaban al enemigo y se encargaban del “repase” de los peruanos heridos…

—¿Qué es el Repase?

—Remataban de un tiro a los soldados peruanos heridos porque los chilenos no tomaban prisioneros. Y esos mismos hacendados pagaban sin chistar sus cupos y atendían como reyes a los invasores. Costumbre que retomaron con Sendero Luminoso en los años más trágicos de nuestro país.

—¡Qué vergüenza! Pero no podemos pensar en eso ahora, el futuro es lo que importa. ¿Qué ganas metiéndote en esos laberintos de la historia?

—Tenemos que entrar al laberinto y sacar el dato para atacar la amnesia colectiva que nos han impuesto. Por no haberlo hecho antes, hemos entronizado a crápulas, traidores, cobardes y vende-patrias. Es gravísimo porque eso ha inyectado en la conciencia nacional la certeza de que la corrupción es parte inseparable del poder y que siempre tenemos que “optar por el mal menor”.

—Bueno, pero no es culpa nuestra, nadie nos ha dicho esas verdades.

—Porque muchos consideran que la historia “es aburrida” y tal vez la enseñan así, aburrida, para que nadie, o solo una pequeña minoría, se interese en averiguar la verdad. La mayoría prefiere la emoción del fútbol, los supuestos ratings de las encuestadoras, el chisme del momento, lo que pasa en la telenovela y saber qué pareja tiene la vedette de turno. La frivolidad es parte sustancial de la mentalidad racista, machista  y colonial que alimentamos.

—¡Qué dura eres! ¡Pero no me digas que también dudas de las encuestadoras!

—Soy un ser tan sociable que conozco al menos unas mil personas, y a ninguna de ellas ni a sus familiares, colegas o amigos (lo que amplía por lo menos cinco veces más esa cifra de mil) jamás los han encuestado. ¿A ti te han encuestado alguna vez?

—No —respondió dudando y me  alegró. Ya estaba comenzando a pensar.

—Pero no puedes vivir tan amargada, desconfiada y aislada, ¡eso te hace daño!

—Ni amargada ni aislada: fascinada más bien, al descubrir que los peruanos no somos lo que nos enseñan en el colegio: unos cobardes que nos sometimos sin luchar durante siglos. Que tampoco fue un puñado de valientes guerreros hispanos los que conquistaron un imperio de millones de incas nacidos para ser esclavizados. Lo que me hace daño es quedarme callada porque así fomento la amnesia y la ignorancia y sobre todo esta indolente humildad y la irresponsable indiferencia ante la injusticia, que nos han inculcado desde niños.

—¿Sabes cuál es tu problema? ¡A ti te falta alegría!

—No, mi problema es que amo demasiado al Perú y quiero que tenga un futuro decente, el futuro por el que lucharon los verdaderos héroes peruanos. Ése es mi problema y debería ser la tarea de todos los que se ponen la camiseta marca Perú, y se creen muy peruanos porque nacieron en el país del ceviche y de la marinera.

No me intereso en la política, porque como decía un graffiti ecuatoriano: «si la democracia sirviera para algo, ya nos la habrían quitado».

Por eso prefiero ir a buscar a Ninavilca y a los cientos de otros jefes realmente patriotas que lucharon por nuestra independencia y murieron en la pobreza, habiendo entregado todos sus bienes para la causa de la libertad. A los que se quedaron a luchar, en vez de largarse a vivir como millonarios a Europa con la plata de la colecta patriótica. A los que, desde que llegaron los españoles no les dieron cuartel, a pesar de que, las epidemias que nos trajeron de regalo los que vinieron en el primer viaje de Colón, habían reducido nuestra población adulta saludable al 4%, hecho que muy convenientemente nadie menciona.

Ese puñado de mercenarios españoles que nos enseñaron a admirar en la escuela por haber conquistado un  gran imperio, en realidad eran una sarta de aventureros ignorantes, ladrones,saqueadores, asesinos a sueldo que lucharon solo guiados por la codicia, contra un ejército de enfermos y moribundos que aún así les hizo la vida muy dura durante 14 años.

De esos grandes generales incaicos, de esos linajes de hombres dignos viene don Ignacio Quispe Ninavilca, cuyos ilustres tatarabuelos cercaron Lima en 1532. Ellos fueron los reales gestores del triunfo de la batalla de Junín, y hubieran podido acabar con los godos cuando cercaron la capital, millares y millares de indígenas de Yauyos, Canta, Huarochirí, convocados por el gran Curaca Ninavilca y otros valerosos jefes indígenas, si San Martín no hubiera protegido a los realistas dándoles su palabra de caballero de que no serían atacados y les autorizó que salieran enarbolando estandartes como si  los godos hubieran sido los vencedores y no los derrotados. Eso les permitió vengarse de la humillación causada por las partidas Montoneras y asolaron comunidades, incendiaron pueblos, cometieron atrocidades muy propias de semejantes «caballeros», se  reagruparon  con sus fuerzas que estaban en el Cusco y hubo que luchar nuevamente en Ayacucho, donde también los Morochucos tuvieron un papel protagónico que la historiografía oficial se empeña en ocultar.

Y no olvidemos a los campesinos que se integraron voluntariamente a las Montoneras con sus mujeres igualmente valerosas, que se unieron a Cáceres para defender al Perú, con hondas, con galgas, inventando lanzas con rejones y palos mientras los grandes héroes conocidos les negaban armas, alimentos, mantas y más bien agasajaban a los chilenos y les pagaban los cupos.

A esos gigantes como Ninavilca los han ninguneado, han barrido sus huellas y  porque querían justicia e igualdad, los fusilaron con camisas prestadas y los enterraron en fosas comunes.

Esos son los peruanos que merecen todo mi esfuerzo,  todo nuestro esfuerzo si en verdad somos peruanos. Son ellos los que deben guiar nuestro actuar y no los oportunistas que se acuerdan del pueblo para bailar en plazas y calles ofreciendo mentiras y negociando en secreto entre ellos el mutuo perdón por sus corruptelas.

—Así que me disculpas, pero tengo que seguir buscando  a Ninavilca.— Le dije a mi amiga.

—¿Por dónde comenzamos? —fue su inmediata respuesta.

 

Yolanda Sala Báez  23 de abril 2016

Autor: la narradora

Estudié antropología, me dediqué 35 años a la traducción y hoy, por fin, escribo relatos y estoy trabajando en mi primera novela

3 pensamientos en “¿ELECCIONES O LABERINTO HISTÓRICO?

  1. Grande Yolanda! hacen falta mas investigadores como tu, no solamente en tu país sino en toda america.

  2. Pingback: ¿ELECCIONES O LABERINTO HISTÓRICO? | La Narradora

Deja un comentario