La Narradora

Relatos y artículos por Yolanda Sala

El Peor Momento de mi Vida

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El peor momento de mi vida

¡Tenía una entrevista! ¡Era una de las tres finalistas para la beca de estudios en Lovaina! Había estudiado 20 horas diarias durante tres meses, di el examen, esperé ansiosamente el resultado cuatro meses y ahora solo faltaba esa entrevista.
Respiré hondo y organicé mis ideas.
Primero debía actualizar mi pasaporte, necesitaba una maleta, tenía que comprar ropa de abrigo: en Bélgica sí hace frío. ¿Botas? Ah sí, mi prima Ada calza igual que yo y ha estado recientemente en Europa.
Fui a su casa y le conté la buena noticia. Adita se alegró y, entusiasmada, me prestó su maleta, un casacón y las botas.
-¿Cuándo es tu entrevista en la Embajada?
– El viernes a las 10 a.m.
– Entonces tienes que ir a la peluquería mañana jueves. Tendrás que vestirte elegante pero sin muchos adornos. Cuando salgas de la peluquería ven para que te dé el visto bueno, y veremos qué más necesitarás.
El jueves, a la salida del trabajo fui donde Sergio que se tomó un par de horas tratando de armar un peinado lacio y sobrio domando mi pelambre de palmera zarandeada en un vendaval.
Llegué donde Adita a las ocho de la noche. Su casa estaba a oscuras.
Toqué el timbre por inercia, pues supuse que habría olvidado nuestra cita. Me apenó pero también pensé que así tendría más tiempo para descansar y estar regia para la entrevista.
Justo cuando iba a retirarme la puerta se abrió. Todas las luces se encendieron y las 15 amigas más queridas que yo tenía gritaron: ¡SORPRESA!
Bebimos de todo, cada una de mis 15 amigas hizo un brindis especial conmigo, exigiéndome tomar a la moda del Callao.
Bailamos, reímos, cantamos y, a gritos, rememoramos muchas anécdotas de nuestra adolescencia.
A las tres de la madrugada llegó el serenazgo. Dos policías y un gringo viejo en piyama nos exigieron silencio. Adita se puso furiosa, a gritos y empujones trató de sacarlos a la calle.
El gringo viejo intervino enérgicamente con tal puntería que su dedo índice se clavó en mi seno derecho.
Yo chillé: ¡Gringo depravado! Y le tiré un tremendo puñete que me dejó doliendo la mano y su quijada sonó como una olla de barro que caía despedazándose.
Los policías me llevaron a la comisaría y pasé las horas siguientes llamando a mis primos abogados y a mi tío, el fiscal. Llegué a mi casa a las 9.15 de la mañana.
Apenas pude lavarme la cara y cambiarme de ropa. Salí a toda velocidad a la embajada de Bélgica para mi entrevista.
A las 10.05 me abrieron la puerta del despacho donde se decidiría si yo sería la afortunada becaria.
Me erguí, esbocé mi mejor sonrisa y saludé al funcionario estirando mi mano.
El gringo viejo no me devolvió el saludo y su mano, en vez de estrechar formalmente la mía, acarició el yeso que envolvía su quijada.

Diciembre de 2013 Yolanda Sala Báez

Autor: la narradora

Estudié antropología, me dediqué 35 años a la traducción y hoy, por fin, escribo relatos y estoy trabajando en mi primera novela

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